Es difícil pensar teológicamente—inclusive para nosotros los pastores.

Pues para hacerlo tenemos que ir en contra de nuestra perspectiva horizontal de la vida. La disciplina de pensar verticalmente es una disciplina en la que pocos son diestros. Preferimos vivir en el mundo del aquí y del ahora, viendo la vida horizontalmente como otros la ven, tratando con realidades que podemos tocar, analizar, demostrar y explicar. Estamos mucho más cómodos con lo táctil, lo familiar, con la lógica formada por nuestra cultura y vivida en nuestro tiempo.

Pero Dios nos ofrece una mejor manera de vivir—una que requiere la fe que nos puede levantar de la lata y la rutina de nuestro pequeño mundo inmediato. Nos abre nuevas dimensiones del pensamiento e introduce una perspectiva sin limitaciones humanas. Para entrar a esta mejor manera de vivir, tenemos que entrenarnos a pensar teológicamente. Una vez que hayamos hecho el cambio, quitamos el enfoque de nosotros mismos y abrimos nuestra mente a un marco de referencia centrado en Dios, donde todas las cosas empiezan y terminan con Él.

Un profeta llamado Jeremías fue llamado por Dios para ministrar por parte de Él. Jeremías tuvo miedo de aceptar la tarea porque, desde su perspectiva, él era demasiado joven, demasiado inexperimentado—simplemente demasiado inadecuado. El Señor calló tal pensamiento horizontal diciéndole a Jeremías que Él lo conoció aún antes que fuera concebido y lo había separado aún antes de que naciera. Dios también le prometió protegerlo, liberarlo y usarlo tremendamente. Eso hizo que Jeremías empezará a pensar teológicamente. Dios había decretado ciertas cosas. Jeremías necesitaba obedecer sin temor o vacilación. Los tiempos duros vendrían sin duda—todos los cuales Dios permitiría que sucedieran. Pero Jeremías podría tomar gran consuelo en saber que Dios cumpliría su voluntad a pesar de las dificultades que se le presentaran. Dios lo había llamado y lo protegería. E incluso la oposición que Jeremías encontraría (la cual Dios permitió) no pararía ni alteraría el plan de Dios (el cual Él había decretado que ocurriría).

Tome un momento ahora mismo y lea el párrafo anterior nuevamente. Léalo en voz alta, si es posible. Al hacerlo, reemplace el nombre de Jeremías con su propio.

¿Lo hizo? Si lo hizo, entonces ya está pensando un poco más teológicamente.

—Chuck