Elí participaba en la conducta impía de sus hijos. Lo sabemos porque Elí engordó con la comida que los hijos habían robado del altar (1 Samuel 3:19–21).

En cuanto a Samuel, el muchacho que oyó la voz de Dios, las palabras finales de este episodio nos dicen que la indiferencia espiritual adormecida que había arrullado a Israel a un espíritu de complacencia estaba a punto de ser detenida en seco. Un hombre de acción estaba en la escena, y la deriva espiritual de Israel estaba a punto de llegar a su fin. Aunque era un niño pequeño, no sólo que oyó al Señor, sino que le obedeció.

Al meditar usted en todo esto, especialmente al evaluar la condición de su familia, recuerde que oír la verdad no basta. La acción es el boleto. Sólo en las ocasiones más raras el Señor bendice a alguien solamente por meramente escucharle. La fe es una acción. Eso quiere decir que las bendiciones del Señor están del otro lado de la obediencia. De acuerdo a la Biblia, el conocimiento por sí solo envanece, pero con la acción viene la humildad (1 Corintios 8:1). Además, problemas como los de Elí no se resuelven por sí solos. Se multiplican e intensifican con el lento y silencioso paso del tiempo. El hogar de un pastor no está inmune a nada de esto.

Si usted ha llegado a la conclusión de que su familia está en peligro, escoja hacer algo, en lugar de no hacer nada. Niéguese a imitar a Elí. A fin de cuentas, después de lograr éxito público en el ministerio, Dios consideró a Elí un fracaso en su hogar… y lo castigó por eso.

No siga ese camino.

—Chuck