Un ensayo familiar escrito anónimamente hace muchos años dice esto de Jesucristo:

Diecinueve largos siglos han venido y se han ido, y hoy Él es la pieza central de la raza humana y el líder de la columna del progreso. Estoy con mucho dentro del blanco cuando digo que todos los ejércitos que jamás han marchado, todas las armadas que jamás se han construido, todos los parlamentos que jamás se han reunido, y todos los reyes que jamás han reinado, combinados, no han afectado la vida del hombre sobre esta tierra tan poderosamente como esa vida solitaria.

Palabras impresionantes respecto al personaje más fenomenal que jamás ha arrojado su sombra en el paisaje de la tierra. Sin duda alguna, Él es singular. Es asombroso en el sentido más pleno del término.

Pero, ¿como era Él personalmente . . . muy dentro de sí mismo? ¿Hay algún lugar, por ejemplo, en donde Él se describa a sí mismo? La respuesta es que sí. ¿Encaja esa descripción en la idea común de la grandeza humana? La respuesta es que no.

Recuerdo mi sorpresa hace unos años cuando recibí un elegante folleto, a todo color, en la correspondencia del día, que anunciaba una serie de conferencias que dictaría un hombre que era muy conocido como un “superastro” cristiano en esos día. Era un conferencista muy popular, que viajaba por todo el país, y su nombre todavía es familiar para muchos en la familia de Dios. Pero, confieso, me hizo enarcar las cejas aturdido cuando leí las palabras que se usaban para describirlo en esa propaganda:

Un individuo fenomenal . . .

Muy solicitado por todo el mundo . . .

¡El conferencista más buscado de hoy!

Eso dista con mucho de la manera en que Jesucristo se describió a sí mismo:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:28–29)

A diferencia de los tipos de celebridad más influyentes, la descripción que Jesús da de sí mismo no suena como la fanfarria popular que nos hemos acostumbrado a oír.

Jesús fue un siervo, no un superastro. Él no se consideró a sí mismo “un individuo fenomenal,” sino un hombre “manso” y “humilde de corazón.” Que nosotros, los pastores, sigamos su ejemplo.

—Chuck

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  • Recuerdo mi sorpresa hace unos años cuando recibí un elegante folleto, a todo color, en la correspondencia del día, que anunciaba una serie de conferencias que dictaría un hombre que era muy conocido como dedf23DSK un “superastro” cristiano en esos día.

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