Todos nosotros, los pastores, recordamos a un hombre llamado Naamán, militar sirio de alto rango. Era influyente, rico, orgulloso; hombre de dignidad, valor, patriotismo e influencia militar. Sólo había un problema: el hombre era leproso. Mediante una cadena de eventos interesantes, Naamán fue conducido a Eliseo, en busca de limpieza de su terrible enfermedad (2 Reyes 5:1-14).

Le tocó al criado de Eliseo ser el portador de las noticias que el militar sirio no quería oír. Como leemos en el relato, este soldado de alto rango se ofendió. A decir verdad, se enfureció. Y, mire quien quedó atrapado en el fuego cruzado: ¡el criado! El pobre hombre no generó las noticias, sino que simplemente las comunicó . . . ¡y pum! ¿El resultado? Sentir y oír la descarga verbal de falta de respeto y de resentimiento. Probablemente usted ya sabe a dónde me lleva todo esto.

Hay ocasiones cuando el siervo de Dios es llamado a confrontar o de alguna manera decirle a otra persona una verdad que ese otro individuo no quiere oír. (Esa es una de las responsabilidades duras del pastorado). La información puede ser dolorosa de aceptar, pero es lo que Dios quiere que se diga. Así que el siervo fiel la dice; con gracia, pero con precisión. Y de repente la tapa salta hasta los cielos. El hombre se ve atrapado en el fuego cruzado. ¿Qué hace uno en esos momentos precarios? ¿Se desquita? ¿Grita, berrea y amenaza a su vez? ¿Busca un pastorado tranquilo en algún pueblito rural?

Escuche el consejo de Dios a siervos cuya tarea es decir cosas duras:

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él (2 Timoteo 2:24–26).

¡Qué consejo más sabios! No contencioso, sino amable. No irritado, sino paciente . . . incluso cuando se recibe un mal. No iracundo, sino manso.

Dios puede usar sus palabras para ayudar a los oyentes “a volver a sus cabales,” lo que puede sonar muy noble. Pero, créame, hay ocasiones en que no hay mucho que poner por escrito. Manténgase firme. Afírmese. Nunca haga acomodos. Recuerde lo Pablo dijo en cuanto a la forma de comunicar la verdad: sea amable, sea paciente, con gentileza.

—Chuck