El pecado tiene un efecto que se extiende en las familias; incluso en la familia del pastor.

La propensión a prolongar un pecado en particular puede pasar genéticamente del padre al hijo. Un día la ciencia tal vez demuestre o refute esta noción. Sin embargo, sabemos con certeza que los pecados pasan de una generación a la siguiente por el ejemplo. No tenemos que mirar más allá que el primer libro de la Biblia para verlo.

En Génesis 12, Abraham y Sara se hallan viviendo bajo la autoridad de un rey pagano. Este rey vio que Sara era una mujer hermosa, y la quiso para sí. Así que le preguntó a Abraham cuál era su parentesco. Abraham sabía que si el rey deseaba a Sara lo suficiente, podía matarlo. Para salvar su propio pellejo, le dijo al rey: “Es mi hermana.” Mintió. Más adelante, en Génesis 20, Abraham se halló en una situación similar y le mintió a otro rey, diciendo: “Es mi hermana.” Cada vez que Abraham se sintió amenazado, mintió.

Abraham y Sara tuvieron un hijo, Isaac. Isaac se casó con Rebeca, que, como Sara, era una mujer hermosa. En Génesis 26 Isaac se estableció en un territorio gobernado por un rey pagano, que notó la belleza de Rebeca. Cuando le preguntó al respecto, Isaac dijo . . . (¡lo adivinó!), “Es mi hermana.”

Isaac y Rebeca más adelante tuvieron gemelos: Esaú y Jacob. La experiencia de Jacob es la experiencia del engañador. Engañó a su hermano, engañó a su padre (con ayuda de su madre), engañó a su tío. Tuvo doce hijos, todos mentirosos —como su papá— excepto por José. De Abraham a Isaac, de Isaac a Jacob, y de Jacob a sus hijos; cada generación pasó a la siguiente el pecado de la mentira.

Me atrevo a afirmar que si usted examina su propio legado, verá también un patrón parecido. Padres adictos producen hijos adictos. Padres brutales tienen hijos e hijas brutales. Los engañadores engendran engañadores. Es cierto en la mayoría de familias. Fue cierto en la mía.

Puedo rastrear la impaciencia en mi árbol genealógico. Mi esposa puede trazar la ira en el de ella. Recuerdo haber conversado de este asunto con mi esposa cuando nuestros hijos eran pequeños, sentados a la mesa una noche hasta altas horas. Finalmente le dije: “Tenemos unas cuantas tendencias de larga historia que tenemos que romper. Tienen que detenerse con nosotros, y debemos impedir que echen raíces en nuestros hijos.”

Ese es mi reto para usted. Examine el historial de su propia familia y busque tendencias dañinas que le afectan. Determine hoy romper el ciclo e impedir que lleguen a ser un problema para sus hijos. Este examen le dará la noción, la sabiduría, y la compasión que necesita para rescatar a sus hijos de los pecados que han sido una plaga para usted, y para sus padres y para los de ellos.

—Chuck