Algunos pastores viven con tanto cuidado que se niegan de manera absoluta a correr riesgos.

Todo tiene que estar cuidadosamente regulado y mantenido bajo control . . . su control. Se definen los límites, se redactan las pautas, se contabiliza cada centavo, y no se da lugar en lo absoluto a sorpresas. Después de haber gastado tanto tiempo y esfuerzo tratando de mantenerse seguros, por lo general acaban sin haber logrado gran cosa de valor eterno. No han edificado nada, ni probado nada nuevo, ni invertido en nadie ni nada, excepto en su propia seguridad.

¡Pero no Abraham! Para cuando llegamos a Génesis 22, su fe había madurado al punto de que su confianza absoluta en el carácter de Dios le dio la libertad para echar la cautela al viento y arriesgarlo todo para obedecer. ¿Lo recuerda? Si no, necesita leer ese capítulo.

Este sería un momento excelente para que usted mismo haga algo de análisis propio. Antes de que la semana se inicie y usted se distraiga por agendas apremiantes, le insto a que se detenga por un momento. Sea franco: ¿a qué, o a quién, se está aferrando usted? ¿Qué circunstancias exige usted conservar bajo su control? Una vez que ha identificado la respuesta, . . . suéltela.

El Señor tal vez ya está en proceso de quitárselo. Él jalará suavemente al principio, dándole la oportunidad de que usted abra el puño. ¿Puede sentir el jalón? Si resiste, a la larga Dios tendrá que abrirle los dedos a la fuerza, y puedo asegurarle que le dolerá. Lo escribo por experiencia personal.

¿Mi consejo? No resista. Voluntariamente suéltelo. Confíe en que el Señor proveerá. Él tiene otro cordero en los matorrales. Usted no lo puede ver ahora mismo, pero Dios está esperando. Sólo después de que usted haya puesto su sacrificio sobre el altar, estará listo para recibir la provisión de Dios. No antes.

Tal vez usted se encuentre en una situación retadora al leer este blog. Sus circunstancias pueden haber llegado al punto en que no tiene otra alternativa que entregar por completo el asunto en las manos de Dios. Le encantaría resolver los detalles, pero no puede. Usted sabe que el Señor es bueno, y usted ha orado pidiendo resolución, pero nada ha cambiado. Sólo Dios puede intervenir. Debido a que eso es verdad, usted puede tomar los indicios de la experiencia de Abraham. ¡Suéltelo!

Ponga sobre el altar hoy aquello con lo que usted está luchando o tratando de controlar. Entrégueselo al Señor como ofrenda. Arriésguese y dé un paso atrás. Suéltelo. Confíe en Dios.

A su tiempo, Él proveerá.

—Chuck