Hace poco nuestra iglesia tuvo el privilegio de ordenar a varios hombres para el ministerio del evangelio. Estas ocasiones siempre me recuerdan mi propia ordenación: tanto los privilegios como los retos que acompañan al ministerio pastoral. Este culto en particular fue especial debido a que uno de mis mentores, el Dr. Howard Hendricks, elevó la oración de dedicación que yo pienso que se debe imprimir. Si puede, por favor, léala en voz alta.

Padre celestial: Nos regocijamos en lo que tú has hecho en las vidas de estos hombres a quienes ordenamos hoy. El Salvador los llamó, les enseñó, y los ha utilizado grandemente. Y hoy están en el umbral de toda una vida de ministerio. Nuestro interés apasionado, Señor, es que los uses más allá de su más alta expectativa. Sabemos que tú “puedes hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, conforme al poder que obra en nosotros.” Y hoy te agradecemos por sus padres y abuelos, sus esposas, sus hijos, sus seres queridos, sus amigos, sus maestros, sus mentores, todos ellos, personas que han edificado las vidas de estos jóvenes, preparándolos de manera singular para la ocasión a la cual tú los estás llamando.

Te pedimos que los guardes, a cada uno de ellos, limpio en medio de una generación corrupta. Que ellos dejen brillar su luz en medio de un mundo en tinieblas. Te pedimos que los uses con efectividad creciente para tu mayor gloria. Tu palabra nos dice que cuando tú nos llamas a hacer algo, siempre provees los recursos necesarios. Pedimos que ellos puedan echar mano profundamente del rico pozo de la gracia. Nos entusiasma el pensar cuán desesperadamente son necesarios: hombres dedicados al evangelio de la gracia de Dios, a la exposición de la Palabra de Dios, al servicio fiel y de amor en la voluntad de Dios. Mantenlos sobre sus rodillas, apoyándose en el poder de la oración y siempre haciendo la pregunta: “¿Vale la pena realmente hacer algo que puedo hacer sin oración?” Dales la pasión de nuestro Salvador, que al fin de su vida les ordenó a sus discípulos: “Vayan y discipulen” (Mateo 28:19).

Padre, como Buen Pastor, ve delante de ellos, guiándolos en un sendero claro para que hagan tu voluntad y la hagan con valentía. Guárdalos del pecado y, en su triunfo, impide que crean en sus propios boletines noticiosos y que sean humildes bajo la poderosa mano de Dios. Multiplica sus talentos para extender y enriquecer el cuerpo de Cristo. Reproduce en cada individuo el cuerpo de Cristo, el corazón de Cristo, y la vida de Cristo. Y ahora, hombres, los exhortamos. Hechos 20:32 dice: “Y ahora, hermanos, los encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificarlos y darles herencia con todos los santificados.” Lo pedimos de manera expectante y creyendo en el maravilloso nombre de nuestro Salvador y Señor Jesucristo, amén.

Ahora, hermanos, permítanme presentarles el reto de recordar su propio llamamiento y ordenación personalizando esta oración. Cambié todo “ellos” y “su” a “yo” y “mi,” y, “a mí.” Adelante, por favor. Dedique tiempo para hacerlo.

Le animo a leer y elevar esta oración a menudo, y también a los que tal vez sirvan junto a usted en el ministerio vocacional. Qué desafío maravilloso. Qué privilegio magnífico.

—Chuck

1 Comments

  • Gracias hermano por las palabra de aliento, por la cercanía de tener ahora un blog que ministre a los que por mucho tiempo quisieron expresar sus pensamientos y anhelos pastorales, pero que no se encontraba nada que los pudiera ayudar.
    Gracias por acercarse a nosotros. Que bendición.

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