1 Tesalonicenses 4:1-8

Ayer estuvimos considerando la vida sombría y lamentable de Sansón, un poderoso líder que finalmente fue destruido por su lujuria. (Lea Jueces 16). La lujuria es una intrusa mortal a la cual usted no debiera atender ni por un momento. Cuando la lujuria golpee en su puerta, usted debe pedirle a Cristo que salga a enfrentarla.

Antes de darle a la lujuria un fuerte empujón para alejarla de su vida, pídale a Cristo que le informe a ella que la paz y el placer que usted está disfrutando en su hogar de manera permanente son mucho mejores que la excitación temporal de la lujuria, la que ya no necesita tener cerca de usted para mantenerse alegre.

«¿O acaso olvidaron que, cuando fuimos unidos a Cristo Jesús en el bautismo, nos unimos a Él en su muerte? Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva». (Romanos 6:3-4)

Pero la lujuria es persistente. Si alguna vez le ha golpeado la puerta, lo hará otra vez. Y otra más. Usted se mantendrá seguro siempre y cuando recurra a las fuerzas de su Señor. Si intenta resolverlo por sí mismo perderá, cada vez. Por esta razón, en el Nuevo Testamento se nos advierte una y otra vez que huyamos de las tentaciones sexuales. Recuerde, la lujuria está dedicada a pelear una guerra en contra de su alma, una lucha de vida o muerte, en combate de mano-a-mano. No se pare ante este enemigo mortal para discutir o pelear en sus propias fuerzas; corra en busca de protección. Llame a los refuerzos. Solicite cobertura aérea. Si usted llega a meterse en una situación que lo deja débil e indefenso, si su puerta se encuentra en lo más mínimo entreabierta, usted puede estar seguro de que esta enemiga antigua abrirá esa puerta de una sola patada y entrará con sus pistolas disparando. Así que no la deje abierta. No le deje a la lujuria ni un mínimo asidero para su pie. . . o siguiera para su dedo del pie.

José fue un creyente dedicado y bien disciplinado, pero tenía suficiente inteligencia para darse cuenta de que no podía jugar con la lujuria sin acabar totalmente vencido. (Lea Génesis 39). Cuando llegó el momento para hacer una salida veloz, el hijo de Jacob prefirió dejar atrás su manto en lugar de dudar y perder su pellejo. No fue así para Sansón. Siendo el necio que era, pensó que podía abrazar a la lujuria, inhalar su perfume encantador y disfrutar su cálido abrazo sin la menor posibilidad de que sería atrapado. Lo que pareció ser una inofensiva, suave, tierna tórtola de amor secreto se convirtió en un buitre hediondo de pesadilla.

La lujuria es un tipo de llama que usted no debe atreverse a abanicar. Si lo hace, se quemará. Si pudiera hacerlo, esta advertencia la firmaría Sansón en mi lugar porque, estando muerto, todavía nos habla.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.