Isaías 29:13
La gran plaga se extendía a lo largo de Londres como una cobija gruesa y gris. Llegó como ladrón en la noche. . . sin previo aviso, silenciosa, traicionera. El índice de mortalidad fue asombroso.
A alguien se le ocurrió la idea necia de que la plaga fue causada por la contaminación del aire. Por lo que la gente comenzó a llevar pétalos de flores en sus bolsillos, pensando de manera supersticiosa que esto mantendría alejada a la enfermedad. Grupos de víctimas, si podían caminar, fueron llevados fuera de los hospitales. Tomados de las manos, caminaron en círculos alrededor de jardines de rosas, inhalando profundamente el aroma de las florecientes plantas. A medida que la muerte se acercaba, otro acto supersticioso era llevado a cabo con toda sinceridad. Muchos sentían que, si se pudiera librar a los pulmones de la contaminación, la vida sería prolongada. Entonces, una cuchara con cenizas era puesta cerca de la nariz, provocando un fuerte estornudo o dos. Pero nada le ponía freno al índice de mortalidad. Nada, hasta que se descubrió la verdadera causa: la picada de pulgas procedentes de ratas enfermas, permitiendo que la plaga fuera controlada.
De esa terrible experiencia surgió una pequeña canción en inglés que todavía hoy es cantada por niños inocentes mientras juegan. Esta se escuchó, por primera vez, saliendo de la boca de un hombre enlodado que empujaba una carreta en Londres, recogiendo cuerpos por un callejón:
«Una rueda alrededor de las rosas,
Un bolsillo lleno de ramilletes;
Cenizas, cenizas, todos nos desplomamos».
La superstición, creada en la mente por la ignorancia, promueve inseguridad y envía una legión de grietas estructurales por todo nuestro carácter. Se alimenta de mentiras exageradas y auto producidas que llegan a crecer tan tupidas, que las ramas no dejan ver el sentido común y, lo que es peor, a Dios.
Puede encontrar la superstición en los deportes. Algunos jugadores de basquetbol testifican que no le es posible jugar un partido sin antes cumplir con un extraño ritual de calentamiento previo, que ellos mismos han desarrollado. El entrenador de uno de los equipos profesionales de beisbol no se atreve a pisar la raya blanca que conecta a las bases. Varios jugadores profesionales del fútbol americano tienen «danzas» supersticiosas para celebrar sus anotaciones, ¡y mucho cuidado con intentar pararlos! Los medios de comunicación reportaron que uno de los esquiadores olímpicos del equipo de EE. UU. puso un trébol de cuatro hojas en el bolsillo de su chaqueta antes de salir a las pistas de nieve.
La superstición esclaviza a muchos en el mundo de los espectáculos. Usted no se imagina la gimnasia mental por la que pasan, antes de sus actuaciones. Los alumnos son supersticiosos en cuanto a lograr buenas calificaciones. Las madres, por las noches, tienen supersticiones relacionadas con sus bebés. Los hombres son supersticiosos en cuanto a tener éxito en sus ventas o sobre el futuro de sus carreras profesionales. Hay millones que sienten superstición por sus pronósticos astrológicos.
¿Y lo que es peor de todo? Supersticiones en cuanto a Dios el Señor. Los reformadores fueron los primeros en observarlo y llamar las cosas por su nombre. Escribieron sobre ello, predicaron en contra, la señalaron de manera pública, y sufrieron el martirio a causa de ello. La superstición religiosa es despiadada.
Antes de decidir que esto es aplicable a todos menos a usted, haga un largo y profundo análisis de su propia vida. La meta de la superstición es producir la esclavitud. Recuerde eso. Si algo en su cristianismo lo tiene bajo esclavitud, es probable que está siendo producido por la superstición. Mire, nuestro Salvador vino para darnos la verdad y hacernos libres. La superstición, aunque motivada por la sinceridad, produce esclavitud. La sinceridad no libera; Cristo lo hace.
Puede que usted sea sincero. Tan sincero como un bolsillo lleno de pétalos o una cuchara colmada de ceniza o una canción en un callejón. Pero ¿de qué sirve la canción cuando es cantada a un cadáver?
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.