Hebreos 13:1-4

¿A quién le importaba realmente? La suya fue un ingreso de rutina en un concurrido hospital. Era un caso de caridad, uno entre cientos. Era un vagabundo de un sector abandonado en la ciudad de Nueva York que presentaba un corte en la garganta. Este sector era la última parada camino a la morgue. Sinónimo de inmundicia, soledad, trago barato, drogas y enfermedad.

Los detalles de lo sucedido, en la madrugada de aquella mañana fría de invierno, eran algo borrosos. Es probable que la enfermera no le dio mayor importancia. Ella había visto miles y de seguro vería miles más. ¿Hubiera sido diferente si ella y los que le ofrecieron tratamiento hubieran sabido de quién se trataba? Es probable que sí.

El pasado reciente de este hombre fue totalmente lo opuesto de sus años anteriores. El sector abandonado vino a ser la calle sin salida de una vida increíble. Esa helada mañana de enero antes de que el sol haya hecho su lenta aparición sobre los rascacielos de Nueva York, en un lugar de nivel sub económico, que cobraba veinticinco centavos por pasar la noche, el cascarón de un hombre, cuya edad lucía el doble de lo que realmente era, tambaleó hasta el lavamanos y tuvo una caída. El lavamanos también cayó y se hizo pedazos.

Lo encontraron tirado, desnudo y sangrando de un corte profundo en su garganta. Su frente lucía feos moretones y se hallaba semiconsciente. Llamaron por un doctor, ninguno en especial; recuerde, este era un sector abandonado. Para suturar la herida, él usó un hilo negro de coser que alguien encontró por ahí. Eso sería suficiente. Durante todo ese rato el vagabundo rogaba que se le diese un trago. Un compadre le brindó el fondo de su botella de ron para calmarle los nervios.

Lo echaron en un carro para transportar rehenes y lo pasaron a dejar en el hospital, donde languidecería, sin poder comer por tres días. . . hasta morir. Seguía siendo un desconocido.

Un amigo que lo buscaba fue guiado a la morgue local. Allí, entre decenas de otros cadáveres incoloros y sin nombre que tenían etiquetas en los dedos de los pies, fue identificado. Cuando escarbaron en sus pertenencias, encontraron un abrigo sucio y rasgado, con treinta y ocho centavos en un bolsillo y una tira de papel en el otro. Eran todas sus pertenencias terrenales. Había suficientes monedas para una noche más en las calles de Nueva York, y cinco palabras: «Queridos amigos y gentiles corazones». Casi como la letra de una canción. Pero ¿a quién le importaba?

¿Por qué posible razón llevaría consigo una frase lírica un olvidado borracho? Quizá todavía creía que tenía la habilidad en él. Quizá aquel abandonado cuerpo de vagabundo todavía poseía un corazón de genio. Pues mucho tiempo antes, mucho antes de su muerte trágica a la edad de 38 años, él había escrito canciones que, literalmente, hicieron cantar a todos, y que se han arraigado profundamente en la rica herencia norteamericana. Gracias a Stephen Foster, a quien nadie lo reconoció. A quien nadie le dio importancia.

En lo profundo de muchas vidas olvidadas hay una tira de esperanza, una melodía solitaria haciendo mucho esfuerzo por regresar. Algunas están en la prisión. Otras en hospitales. Otras en hogares para ancianos. Algunas personas también entran sigilosamente en una iglesia, un domingo por la mañana, muy confundidas y temerosas. Hasta que alguien entra en su esfera, se agacha hacia ella y, con amor, reconstruye una vida, restaura un alma, enciende la llama que el pecado apagó y renueva la canción que hubo allí alguna vez.

¿Le importa a usted? ¿Lo suficiente como para «brindar hospitalidad a los desconocidos», como el escritor de Hebreos 13:2 lo describió? Este también indica que, de vez en cuando, los que hacen esto «¡han hospedado ángeles sin darse cuenta!».

Ángeles que no se parecen en nada a los ángeles. Algunos podrían parecerse a vagabundos, pero que llevan una canción que está muriéndose en sus corazones porque nadie lo sabe y a nadie le importa. Pero a Jesús sí le importa.

La próxima vez que usted se tope con alguien que está perdido o hambriento o con dolor: ¿cómo puede prepararse para brindar ayuda? Sea específico y también realista.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.