Daniel 1:8

¿Qué haces cuando tus valores no encajan con la cultura dominante?

Desde su llegada a Babilonia, Daniel enfrentó un dilema: adaptarse o mantenerse firme. Aunque recibió un nuevo nombre, una nueva educación y una nueva cultura, algo no cambió: su corazón seguía siendo del Señor.

El texto nos dice: «Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey…» (Daniel 1:8, NBLA). Esa decisión marcó la diferencia: su dieta, su trato con autoridades, su manera de pedir y de esperar. Su entorno había cambiado, pero su identidad permanecía anclada en Dios.

Muchos hoy viven bajo presión cultural: normalizar lo inmoral, callar la fe, diluir convicciones. Pero como Daniel, necesitamos corazones decididos. No se trata de ser rebeldes, sino fieles. No se trata de imponer, sino de vivir con integridad.

Pablo lo escribió de esta manera: «No se adapten a este mundo, sino transfórmense… para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios» (Romanos 12:2, NBLA). La santidad es belleza práctica: obedece a Dios por amor, no por superioridad moral. Y cuando el creyente decide en lo secreto, Dios le da gracia en lo público (Daniel 1:9).

Daniel no exigió privilegios; pidió permiso con sabiduría; no buscó pleito, buscó alternativa. Dios honró su decisión dándole gracia, inteligencia y relevancia. La firmeza no excluye la cortesía; la convicción puede vestir traje de sabiduría. La influencia de Daniel no nació en una plataforma visible, sino en un propósito invisible. Dios honra a quienes lo honran.

La fidelidad comienza en el corazón… aun cuando nadie más la vea.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.