Daniel 2:49
¿Has notado cómo la envidia espera pacientemente hasta encontrar el pretexto perfecto para atacar?
Los caldeos que denunciaron a Sadrac, Mesac y Abed-nego no actuaron por celo religioso o lealtad política. Actuaron por pura envidia profesional. Estos tres jóvenes hebreos habían sido promovidos a «posiciones influyentes sobre la administración de la provincia de Babilonia» (Daniel 2:49), cargos que sus colegas caldeos codiciaban.
Note la astucia diabólica de su estrategia acusatoria. Primero, adularon desmedidamente al rey: «¡Oh rey, vive para siempre!» Segundo, enfatizaron despectivamente la identidad étnica de los acusados: «ciertos judíos», reduciendo sus logros a su origen extranjero. Tercero, presentaron la desobediencia como traición personal: «no te han hecho caso».
La envidia es paciente. Puede permanecer dormida durante años, esperando el momento perfecto para despertar con toda su furia. No ataca cuando somos débiles; ataca cuando somos exitosos. No nos persigue por nuestros fracasos; nos acusa por nuestros triunfos.
La fidelidad de los tres hebreos se convirtió en el pretexto perfecto para un golpe motivado por celos profesionales. Su integridad fue usada como arma contra ellos. Su obediencia a Dios fue presentada como deslealtad al estado.
Esta es una realidad dolorosa que todo creyente fiel debe enfrentar: tu excelencia puede despertar resentimiento. Tu integridad puede generar acusaciones. Tu fidelidad a Dios puede ser malinterpretada como traición terrenal.
La envidia convertirá tus virtudes en tus supuestos crímenes, pero Dios transformará esas acusaciones en testimonios de Su gloria.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

