Daniel 2:31
¿Qué sucede cuando lo invencible se derrumba?
Daniel, con voz clara y firme, revela el misterio al rey: «Tú, oh rey, veías, y había una gran estatua… su apariencia era terrible» (Daniel 2:31, NBLA). Era deslumbrante: cabeza de oro fino, pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, piernas de hierro, pies de hierro y barro cocido (vv. 32–33). Magnífico… pero frágil. Desde la cabeza hasta los pies, los metales revelaban un poder decreciente. Lo que parecía sólido estaba destinado a caer.
De pronto, ocurre lo impensable: «Tú seguiste mirando hasta que una piedra fue cortada, no con manos humanas, y golpeó la estatua en sus pies de hierro y barro, y los hizo pedazos» (v. 34, NBLA). El coloso no cae como árbol talado; se pulveriza. Hierro, barro, bronce, plata y oro se reducen a polvo, barrido por el viento sin dejar rastro (v. 35). Donde antes se alzaba la estatua, ahora crece la piedra, se convierte en montaña y llena toda la tierra.
No hay batalla ni esfuerzo humano. Solo una intervención divina que sustituye lo efímero por lo eterno. Como David contra Goliat, una piedra derriba al gigante. Pero esta vez, la piedra no solo vence; permanece.
Cuando todo lo que brilla se derrumba, la roca de Dios se mantiene. Confía en el Reino que no se pulveriza ni se desvanece.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.