A Nabucodonosor sí. Su insomnio lo había llevado a pensar en lo que vendría más adelante. En lo que le esperaba a su reino, a su imperio… y quizás, a su alma. Era poderoso, pero no tenía paz. Tenía control externo, pero no seguridad interna.
Y Dios, en Su soberana voluntad, decidió revelarle un fragmento de ese futuro. Pero lo hizo de una forma que aseguraría que la gloria no se la llevaran los hombres… sino Él.
«…tu pensamiento subió sobre tu cama en cuanto a lo que sucederá en el futuro, y el que revela misterios te ha dado a conocer lo que sucederá» (Daniel 2:29, NBLA).
Daniel fue el instrumento, pero el Autor fue Dios. Y el mensaje no era para alimentar la curiosidad del rey, sino para que entendiera algo más profundo: que Dios gobierna sobre el tiempo, las naciones… y sobre los corazones. El sueño de Nabucodonosor no fue solo una advertencia política, sino una revelación espiritual. Dios estaba hablando a su conciencia, no solo a su trono.
¿Y tú? ¿Estás inquieto por lo que viene? ¿Te abruman los “y si…” del mañana? El futuro puede ser incierto para ti, pero no lo es para Dios. Él ya lo conoce, lo ha ordenado y te invita a confiar mientras caminas hacia lo desconocido con Aquel que lo conoce todo.
Dios no te muestra cada detalle del futuro, pero te asegura Su presencia constante en el camino. Eso basta para enfrentar lo que viene con esperanza.
Porque donde tú ves incertidumbre… Él ya ha trazado propósito.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.