1 Pedro 2:9-12
Aunque con el tiempo puede que alabemos su osadía y cualidades radicales, en sus propios tiempos la mayoría de los soñadores progresistas son vistos como extremistas permisivos, de ojos desorbitados.
Me encontré con una carta bastante notable que se dice que fue escrita más de 150 años atrás por Martin Van Buren dirigida al presidente Andrew Jackson. ¿Su contenido? Una advertencia fuerte y crítica de que los «malvados» ferrocarriles nuevos dañaría el negocio, provocarían desempleo y debilitarían la defensa nacional. Los historiadores pueden debatir la autenticidad de esta pequeña epístola, pero vea usted si el tono fundamental no le suena de alguna manera familiar.
31 de enero, 1829
Al presidente Jackson:
El sistema de canales de este país está siendo amenazada por la propagación de una nueva forma de transporte conocida como «ferrocarriles». El gobierno debe proteger los canales por los siguientes motivos:
Uno. Si lo barcos de los canales son reemplazados por «ferrocarriles», resultará en un desempleo serio. Capitanes, cocineros, arrieros, hostaleros, reparadores y cuidadores de puertas de esclusas quedarán sin medio para ganarse la vida, sin mencionar a los numerosos granjeros que se emplean hoy para producir el heno para los caballos.
Dos. Sufrirían los constructores de barcos, y los fabricantes de cordeles de arrastre, látigos y riendas quedarían indigentes.
Tres. Barcos de canal son absolutamente esenciales para la defensa de los Estados Unidos. En el caso de que haya problemas con Inglaterra, como es espera, el Canal Erie sería la única manera que habría para trasladar los bienes tan necesarios para llevar a cabo una guerra moderna.
Como bien puede que sepa, Sr. Presidente, los carros del «ferrocarril» son arrastrados a la enorme velocidad de 15 millas por hora por «máquinas» que, aparte de presentar un peligro para la vida y las extremidades de los pasajeros, hacen mucha bulla y estruendo por campo, incendiando las cosechas, provocando temor en los animales y asustando a nuestras mujeres y niños. Ciertamente el Todopoderoso nunca tuvo la intención de que la gente viajara a una velocidad tan peligrosa.
Martin Van Buren
Gobernador de Nueva York
¿Cuán alocadamente progresivo puede uno llegar a ser? Solo imagine la sorpresa del Todopoderoso (¡!) cuando esos caballos de hierro comenzaron a viajar a tal «velocidad tan peligrosa». Puede que esto sea divertido hoy en tiempos de viajes a la luna, vuelos a Londres en el Concorde y misiles intercontinentales, pero cuando el finado gobernador Van Buren despachó esa epístola en el invierno de 1892, él actuaba como un juez sobrio y serio. La sola idea de que un presidente siquiera considerara un pensamiento como aquel sonaba como locura temporal. Quizás el calor generado por el «Gabinete de cocina» de Old Hickory (el viejo nuez dura) lo estaba afectando.
¿Es usted un tipo de águila-revolucionario, volando a alturas mayores que las de sus contemporáneos? ¿Se encuentra aburrido con solo la mantención de la maquinaria . . . bostezando cuando se revisan las reglas . . . inquieto por abrir un camino nuevo . . . más entusiasmado que intimidado por los riesgos? No espere que le den palmadas en la espalda o una ola de aplausos. Hoy no. Las posibilidades son de que perderá algunos empleos buenos, fallará algunos ramos buenos, alborotará a una gran cantidad de personas y será el tema de las malas lenguas. Inconformistas que no pintan dentro de las líneas también son conocidos por no quedarse encerrados por los cercos. Y eso incomoda terriblemente a las personas.
Hay algo que sucede con ese gigante progresista que por ahora hace que haya una sombra sobre el ingenio suyo. ¡Pero tenga fe! Muchos de los que hoy son llamados heréticos mañana serán héroes. Que es otra manera de decir: «primero la cruz, después la corona».
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.