Tito 3:3-8

La probabilidad es alta de que hoy usted anda con prisa. ¿Tengo la razón? Su lista de «cosas que hacer» es muy larga. Si usted está leyendo esto en la mañana, estará tratando de imaginar de qué modo hoy podrá lograr cumplir con todo lo propuesto. Si al leer estas palabras el día ya se gastó, se estará preguntando dónde se fueron las horas del día. Sí, con eso yo también me identifico. Ha sido una semana de esas. En realidad, esa clase de mes. Pero hagamos una pausa de cinco minutos para meditar sobre una palabra que es pasada por alto en medio de las agendas galopantes. Solo una palabra simple. . . ayudando.

Piense usted en eso. De ser de apoyo. . . su brazo alrededor del hombro encogido de otra persona. . . su sonrisa que dice «inténtalo de nuevo» a alguien que está convencido de que es el fin. . . su vaso de agua fresca sujetado junto a los labios secos y partidos de un hermano, dándole seguridad y afirmación.

Cada vez que tomo mi lápiz de tinta, la idea de estar ayudando me urge a convertir la tinta en palabras. Ya hay suficientes— más que suficientes— especialistas (tipo fútbol americano) en bloquear con el cuerpo, en defender contra los pases, en agarrar a quien lleva el balón en sus manos, provocando que el balón se suelte, que haya heridas y moretones. Yo prefiero proveer interferencia. Crear espacios. Dar palmadas en las espaldas y decir: «¡Tú puedes hacerlo, ahora ve y hazlo!» No podría estar más de acuerdo con el autor Philip Yancey, un hombre que modela su propio consejo:

En alguna ocasión, C. S. Lewis comparó su rol como escritor cristiano a un adjetivo que humildemente intenta dirigir a otros hacia el Sustantivo de la verdad. Para que la gente le crea al Sustantivo, los escritores cristianos debemos mejorar nuestros adjetivos.

Aunque sea en el calor sofocante del verano o durante un viento helado del invierno, me gustaría pensar que alguna frase cuidadosamente preparada, alguna historia puntual, aún alguna palabra en particular que yo haya escogido se haya extendido hasta tocar su mano con un apretón de nueva esperanza. El Sustantivo es tan atractivo, tan satisfactorio, que no debemos mostrar descuido con nuestros adjetivos.

Es todo parte de lo que es estar ayudando a la gente a mantenerse «firmes sin titubear» y estar comprometidos a «motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones» (Hebreos 10:23-24).

Espero que el poema, a continuación, lo estimule a alcanzar más allá de los límites seguros de su territorio cercado y privado. Se titula: «En el alimentador de invierno», una pieza muy perceptiva escrita por John Leax, profesor de inglés y poeta en residencia en Houghton College en Nueva York:

Su llama de pluma remojada y apagada

Por la fría helada,
el cardenal se encogía
en el alimentador tosco, verde
pero ninguna semilla comía.
A través de binoculares vi
podrido e inútil
Su pico, roto
desde la raíz.

Entonces dos: uno flameante, uno gris,
atravesando el clima remolinado
entraron a la vista mía
y aterrizaron a su lado.

Sin apuro, como si poseyeran
la paciencia de Dios,
partieron las semillas de girasol
y lo alimentaron
pico a pico herido
carnes selectas.

Cada mañana y tarde
a lo largo del invierno,
el triunvirato extraño
esa trinidad de necesidad,
regresó y comió
su sacramento
de semilla quebrada.¹

Si las aves tuvieran almas, no dudo que el cardenal, mucho antes de que llegue la primavera, se entregaría al Dios de sus amigos. Adjetivos atractivos más verbos no egoístas son igual al Sustantivo de la verdad.

Es un axioma que sigue cierto en el alimentador de invierno y en toda época del año.

¹ At The Winter Feeder, copyright © 1985 por John Leax. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.