Génesis 44: 17-34

Esta fue la segunda parte del examen final de José. Primero fue la prueba vertical. ¿Habían llegado sus hermanos al punto en que podían ver la mano de Dios en su vida diaria? Y sí; lo habían demostrado con su actitud. Luego vino la prueba horizontal. ¿A quién escogerían: a sí mismos o a Benjamín? ¿Se había producido algún cambio en sus corazones con el paso de los años?

José dijo, entonces: «Yo nunca los castigaría a todos ustedes por el delito de un solo hombre. La copa se encontró en poder de su hermano menos, y es él a quien castigaré. Perderá su libertad, y se convertirá en mi esclavo. El resto de ustedes podrán marcharse en paz. Pueden regresar donde su padre».

Después de este dictamen hubo unas palabras sorprendentes: «Permite ahora que tu siervo quede como esclavo de mi Señor en lugar del muchacho, y que el muchacho regrese con sus hermanos. Porque, ¿cómo volveré yo a mi padre si el muchacho no está conmigo? ¡No podré, para no ver la desgracia que sobrevendrá a mi padre!» (Génesis 44:33-34).

¿Se da cuenta usted de quién está diciendo esto? De nuevo, es Judá. Estas «insuperables» palabras provenían del mismo hombre que, 20 años atrás, propuso sin ningún remordimiento: «¡Ahí viene el de los sueños! Ahora pues, venid; matémoslo y echémoslo en una cisterna. Después diremos: ‘Alguna mala fiera lo devoró’». Poco después de esta insensible propuesta, razonó: «¿Qué provecho hay de matar a nuestro hermano y en encubrir su sangre? Venid, vendámoslo a los ismaelitas».

Sin embargo, ahora está implorando por su hermano menor. Y también por su anciano Padre.

Pocos años antes, a Judá no le había importado para nada lo que su padre pensaba, porque este siempre había mostrado su favoritismo para con los hijos de Raquel. En realidad, la violencia y la crueldad que Judá y sus hermanos perpetraron contra José fue un acto indirecto cometido en contra de su propio padre.

Ahora, es nada menos este mismo hombre el que está mostrando una actitud sacrificial. «Hazme tu esclavo, pero deja que Benjamín vuelva a su casa. No puedo soportar el imaginar el dolor que esto le producirá a mi padre». No, no es el mismo hombre; Judá ha cambiado.

De eso no hay duda. Todos sus hermanos estaban siendo transformados y José lo reconoció. El arrepentimiento había hecho su obra.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.