Génesis 44: 1-16
Los hijos de Jacob no estaban lejos de la ciudad cuando miraron hacia atrás y vieron al administrador del primer ministro que los perseguía. Una vez que les dio alcance, este los acusó de haber robado al líder egipcio. «¿Cómo pudieron ustedes cometer un acto tan indigno, después de hacer sido tratados tan bien?»
Ellos no vacilaron en permitirle al administrador que revisara sus costales de comida, comenzando por Rubén, el mayor. ¡Y quién lo iba a decir! ¡Cuando el funcionario llegó al saco del menor, encontró la copa de plata en el costal de Benjamín!
Tuvieron, por supuesto, que regresar a la ciudad con el funcionario, donde fueron llevados de inmediato a la presencia del primer ministro. Fue Judá quien habló allí.
La confesión salida de la boca de Judá fue asombrosa. Pero esto era precisamente lo que José estaba esperando; esta fue la razón por la que les había puesto este examen final, y lo aprobaron. En realidad, todos los hermanos obtuvieron la máxima calificación en la primera parte de la prueba.
Al hablar por sus hermanos, Judá no intentó justificarse a sí mismo ni a los otros, ni tampoco trató de achacar la culpa a Benjamín. A diferencia de otras ocasiones, no se volvieron contra Benjamín para rechazarlo, como lo habían hecho con José años atrás. Judá dice, bien claro, que todos ellos eran culpables.
Dada la historia de los hermanos, esta es una confesión asombrosa. Se había comenzado a producir un verdadero cambio en su actitud. ¡Piense en el hecho de que estas palabras estaban saliendo de la boca y el corazón de Judá!
José quería saber si sus hermanos eran capaces de ver la mano de Dios en su vida diaria, aun en las cosas que parecían injustas. Incluso en la desgracia y en la muerte. Quería saber si su perspectiva vertical era clara. Y ahora escuchaba esta confesión que salía de la boca de Judá, quien puso la culpa sobre los hombros de todos. «Hemos sido atrapados delante de Dios. Somos culpables. Nuestra maldad ha sido descubierta».
Creo que con su confesión, Judá estaba sin lugar a dudas volviendo 20 años atrás, y refiriéndose a aquel momento cuando no solo odiaban a su hermano José, sino que también se volvieron contra él y lo vendieron como un esclavo. De no haber sido por Rubén, lo habrían asesinado. Esto atormentaba ahora a esos hombres. Judá había comenzado a darse cuenta de que Dios no pasaba por alto la falta de arrepentimiento por un delito.
Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.