Filipenses 2:1-2

Tal como lo comentamos en la primera parte, Martín Lutero, héroe de la Reforma protestante, fue un inconformista, un clásico agitador y alborotador. Solo. . . independiente. . . invencible. Él no necesitaba apoyarse en nadie más que en Dios. ¿O sí lo necesitaba?

¿Será cierto eso de cualquier «héroe»?

No, realmente no. Más atrás en las sombras, fuera de vista del público, detrás de la inmensa personalidad de Martín Lutero, se hallaba el verdadero héroe. . . el auténtico intelectual de la Reforma. Pero hasta el día de hoy, la mayoría de los cristianos serían incapaces de indicar su nombre —mucho menos deletrearlo de manera correcta.

Uno de los biógrafos de Philip Melanchthon lo describe así: «Inferior a la talla media, tímido, vacilante, de cuerpo frágil. . .». Con una «lengua balbuceante, llevaba un hombro más alto que el otro».

No poseía suficiente «pasta» de relaciones públicas como para hacer que una sola cabeza girara en su dirección, pero fue él quien ejerció la mayor influencia sobre Lutero cuando el vocero cargó la antorcha y la sacudió en la cara de la iglesia.

Lutero fue el pionero de la primera edición de teología sistemática protestante. Él fue el genio de los sistemas educacionales de Europa. . .  en verdad, «el padre de la escolaridad moderna». En su generación, su conocimiento del griego del Nuevo Testamento era mayor que cualquier erudito en toda Europa. ¡Cuánto necesitaba Lutero un amigo como ese! Martín le consultaba a Philip con tanta frecuencia sobre las porciones difíciles de las Escrituras, que la traducción de Lutero realmente fue un trabajo compartido en vez de un logro solitario.

Lutero poseía calidez, vigor y fuerza explosiva; Melanchthon, por su parte, tenía claridad de pensamiento, discreción y suavidad. Lutero daba energía a su callado amigo; Melanchthon moderaba las fuerzas de él. El Lutero que arrancaba árboles y quitaba las zarzas reconocía el tesoro que tenía en este compatriota brillante. «Maestro Philip», él escribió, «viene con suavidad y gentileza, sembrando y regando con gozo, de acuerdo a los dones que Dios le ha concedido en abundancia».

¡Qué golpe doble! Causó que Lutero encomendara la Reforma a la gente común. A través de su moderación con gracia, su callado amor al orden y su profunda e innegable escolaridad, Melanchthon ganó para ella el apoyo de la clase educada.

Cuando murió Lutero, fue Melanchthon, por supuesto, quien pronunció el discurso sobre su tumba. Unos pocos años más tarde, el cuerpo del académico fue bajado en la misma tumba junto al más famoso héroe de la Reforma. De manera apropiada, ellos ahora descansan lado a lado en la Old Castle Church en Wittenberg. Siendo la muerte, no la vida, el ecualizador.

¿Es usted un «héroe» más grande que la vida. . . la figura pública que la gente quiere ver y conocer y citar? Si es así, ¿es usted lo suficiente grande como para reconocer el viento bajo sus alas? Posiblemente usted es más como Melanchthon —en las sombras, trabajando fiel y humildemente, haciendo que otro tenga éxito, proveyendo mejor combustible para un fuego que será aún mayor. ¡Ánimo! Es para usted que canciones como esta son escritas:

EL VIENTO BAJO MIS ALAS

Tiene que haber hecho frío allí en mi sombra,
El nunca tener la luz del sol en su cara.
Usted se ha contentado con verme brillar.
Usted siempre caminó un paso más atrás.
Yo era el que tenía toda la gloria
Mientras que usted era quien hacía todo el esfuerzo.
Solo una cara sin nombre.
Nunca te escuché reclamar.
¿Supo alguna vez que usted es mi héroe?
¿Y todo lo que quisiera ser?
Puedo volar más alto que un águila,
Pero usted es el viento bajo mis alas.

—Larry Henley y Jeff Silbar

Héroes de primera fila a menudo son vistos como si fueran más grande que la vida. Es exagerado. Eso es desafortunado. Héroes escondidos a menudo son vistos como más pequeños que la vida. Subestimados. Eso es muy desafortunado.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.