Génesis 39:6-18

La atracción de la sensualidad funciona como un imán, acercando mutuamente a dos fuerzas «súbitas e impetuosas»: El deseo interno y la carnada externa. Seamos honestos: usted no puede escapar de la carnada externa si vive en el mundo real. En realidad, si de alguna manera se las arregla para aislarse del mundo real, su mente no le dejara escapar de la carnada externa. Pero recuerde que no hay pecado en la carnada. El pecado está en dar la mordida. Si la lujuria de otra persona le tienta para que usted ceda a su propio deseo, tanto así que su resistencia se debilita, usted habrá sido cautivado. Habrá cedido a encanto de la tentación. El secreto de la victoria esta ejemplificado a la perfección por José. Él se negó a flaquear. Siguió resistiendo.

La esposa de Potifar dejaba caer la carnada día tras día. Y todas las veces José se negaba a tomarla; «no, no, no», respondía. Pero no solo no le hacía caso, sino que tampoco quería estar cerca de ella. Porque no era prudente estar en su compañía.

José la había rechazado una y otra vez, negándose a ceder a sus requerimientos amorosos. Finalmente, la mujer le puso una trampa.

José había entrado a la casa para hacer sus tareas del día. Notó que todo estaba en silencio. No había criados cerca. Ella estaba sola con José en la casa, y de nuevo hizo sus insinuaciones. Solo que esta vez no iba a aceptar un no como respuesta. De modo que fue mas allá de la propuesta verbal y se aferró a José físicamente. Lo apretó tanto a su cuerpo que cuando el trató de zafarse de ella para salir corriendo a la calle, le dejó el manto en sus manos.

¡Qué imagen tan clara y practica sobre la verdad a partir de la vida de José! ¡Qué consejo bíblico tan grande! Siempre que el Nuevo Testamento habla del tema de la sensualidad nos da un mandamiento: ¡CORRA! No nos dice que nos pongamos a razonar con ella. No nos dice que nos pongamos a pensar en ella y a citar versículos bíblicos. ¡Nos dice que HUYAMOS! Yo he descubierto que uno no puede ceder a la sensualidad si está huyendo de ella. ¿Entonces? ¡Huya por su vida! ¡Salga de allí! Porque si trata de razonar con la lujuria o perder el tiempo con los deseos sensuales, finalmente cederá. Usted no podrá vencerlos. Es por eso que el Espíritu de Dios ordena enérgicamente: «¡Huye!».

Siempre que el Nuevo Testamento habla del tema de la sensualidad nos da un mandamiento: ¡CORRA! No nos dice que nos pongamos a razonar con ella.

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.