Mateo 6:19-21

Una cantidad de años atrás leí, créalo o no, que el norteamericano promedio está expuesto a unos 300 anuncios comerciales por día. ¡Es probable que hoy ese número se haya incrementado!

La revista en la cual leí ese hecho tenía más páginas dedicadas a la publicidad comercial que artículos de interés para el lector. Fotos y diseños brillosos, eficientes y llamativos diseñados para secuestrar su concentración y robar su atención. Antes de que usted se dé cuenta, el flautista de la Quinta avenida le ha guiado a un mundo de fantasía exagerada, convenciéndolo que usted simplemente no puede vivir sin. . .

  • un teléfono con cámara digital empachada de un lente telescópico y más memoria
  • un diamante solitario elegante (¡un diamante es para siempre!)
  • un carro SUV con todas las opciones incluidas, para remolcar su nueva lancha con un motor fuera de borda
  • un juego de las mejores llantas de Firestone

U otras dos decenas más de misiles de dos páginas, llenos de color que explotan en su mente con los mensajes: «Pruébame y verás» y «Tú te mereces lo mejor».

Tales bombardeos se aprovechan de nosotros. Algunos de los resultados son obvios. Estimulan nuestra curiosidad, nos urgen a comprar cosas o servicios, nos hacen conscientes de lo que está disponible, anuncian productos nuevos, y —por supuesto— dan forma a nuestros gustos, hábitos y costumbres. Eso está bien y es aceptable, ya que es «la manera norteamericana» y está entretejido en nuestra economía. Después de todo, es un negocio de mega billones al año.

Pero hay un mensaje subliminal que hace detonación en lo profundo de nuestras cabezas —de forma silenciosa si bien con fuerza. Como esquirlas, pensamientos son insertados en la mente, comunicando un mensaje que daña si no somos cuidadosos. ¿Y cuál es el mensaje?

En una palabra, es el descontentamiento. La falta de satisfacción. Ello crea (si se lo permitimos) una motivación inquieta para tener más. . . o mejor. . . o más grande. Trecientas veces o más al día eso va minando nuestra represa que apoya uno de los últimos reservorios de paz interna conocida por el hombre —el contentamiento. ¡Qué hermoso panorama dentro del alma es el Lago Contentamiento!

¿Algo de esto le suena conocido? ¿Está su represa de contentamiento siendo minado de a poco? Hablaremos más sobre este tema el día de mañana.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.