Filipenses 4:11-13
¡Qué hermoso panorama dentro del alma es el Lago Contentamiento! Ininterrumpido por ruidos externos causados por martillos neumáticos de la exageración, los que disfrutan de este lago conocen lo que es el relajamiento. No saben nada de ningún invierno de descontentamiento —primavera u otoño o verano, por cierto. Tal existencia produce seguridad y alegría.
Pablo habitaba en ese lago una vez que puso su vida en orden. Recuerde, él es quien escribió:
«si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos». (1 Timoteo 6:8)
Esa es una lista simple, ¿no es cierto? Algo para comer y un lugar en que vivir. Punto. Justo antes de decir eso, mencionó lo siguiente:
«no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos». (v. 7)
Es curioso cómo nuestras vidas a menudo contradicen esa declaración. Nos encontramos aruñando, agarrando, acumulando, guardando. . . rara vez soltando, rara vez dando. Al acaudalado John D. Rockefeller se le preguntó alguna vez: «¿Cuánto se necesita para poder satisfacer a un hombre?». Con una sabiduría poco común respondió: «Un poco más de lo que tiene ahora».
¿El contentamiento significa que debo vender lo que tengo y nunca comprar algo nuevo? ¿Significa que no puedo poseer cosas lindas? No —solo significa que esas cosas lindas no lo poseen a usted. Si todo esto de pronto le parece atractivo, una advertencia sería apropiada. Llegar a ser una persona con contentamiento es un proceso, nunca es una decisión instantánea. El mismo hombre que mencionó el estar contento con alimento y vivienda, anteriormente en su vida había confesado:
«he aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco». (Filipenses 4:11-12)
Vuelva a leer esas dos primeras palabras. Ahora observe los extremos de la vida de él: «con casi nada. . . con todo. . . lleno. . . vacío. . . mucho. . . poco». En el yoyo de la vida, él había aprendido a relajarse y disfrutar en cualquier circunstancia que le pudiera llegar. De alguna manera, él se había enseñado la disciplina de decir: «No necesito eso», y «Aquello no es esencial».
Y cuando las cosas se daban, el apóstol no tenía ningún reparo en el poder disfrutar «la vida buena». Siendo tan equilibrado como era, Pablo disfrutaba de manera igual tanto una vienesa como un filet mignon. . . una vacación en la Riviera o debajo de un puente. . . un carruaje marca Cadillac, cubierto de oro, con diamantes incrustados y almohadillas de terciopelo o un burro polvoriento que cojeaba. ¿Cómo? Su enfoque estaba bien centrado. Todas las «cosas» del mundo las sujetaba con soltura. Rehusaba alejarse del Lago Contentamiento en busca de algún riachuelo que de seguro se secaría.
Usted también puede hacer eso. Pero requerirá de la gracia de Dios y toda la disciplina que usted pueda generar. Especialmente cuando los anuncios comerciales le bombardean más de 300 veces al día.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.