Mateo 5:13-16

El gobierno británico, durante el reinado de Oliver Cromwell, experimentó una escasez de monedas de plata. Lord Cromwell envió a sus hombres a una catedral local para investigar si podían encontrar allí algún metal precioso. Después de investigarlo, reportaron lo siguiente: «La única plata que pudimos encontrar fueron las estatuas de los santos que están parados en las esquinas». A lo que este soldado radical y estadista de Inglaterra respondió: «¡Bien! ¡Derretiremos a los santos, y los pondremos en circulación!».

¡No es mala teología para quien fuera «lord protector de las islas», un personaje correcto y formal! En pocas palabras, el mandato de Cromwell declaró la esencia. . . el grano . . . la meta práctica del cristianismo auténtico. No lo son las filas de santos de plata, bien lustrados, despolvados con frecuencia y abarrotados en las esquinas de catedrales elegantes. No lo son personas de yeso cubiertos de delgadas capas de plata sin manchas, con una aureola metálica. Sino gente real. Santos derretidos que circulan por la corriente central de la humanidad. Estos traen valor y riqueza a los lugares en donde la vida con toda su crudeza se lleva a cabo. Sin la luz tenue de vitral, la modulación eléctrica de un órgano y la comodidad familiar de bancas acolchonadas y luces de baja intensidad. Allí en donde la teología de base tiene la prioridad más alta.

Es fácil engañarnos a nosotros mismos. Tan fácil. El cristiano debe protegerse del auto engaño. Podemos comenzar a creer que somos mártires porque el domingo estamos en la iglesia dos veces —haciendo un verdadero sacrificio por invertir algunas horas en el «día de descanso». Escuche, amigo mío, el estar con los santos no es un sacrificio. . . es un privilegio de corta duración y alta calidad. El factor de costo ocurre el lunes o el martes . . . y el resto de la semana. Eso es cuando somos «derretidos y puestos en circulación». Eso es cuando otros nos tratan de dar en la yugular. Es notable cómo la prueba monótona de la semana laboral logra descolorar a muchos de los santos de plata. La «religión dominguera» puede parecer suficiente, pero eso está lejos de ser la verdad.

Es la acidez del día a día que nos desgasta. Quizás eso explique por qué las palabras del profeta venerable nos dan en el clavo:

«Si te cansa competir contra simples hombres,
¿cómo podrás correr contra caballos?
Si tropiezas y caes en campo abierto,
¿qué harás en los matorrales cerca del Jordán?» (Jeremías 12:5)

Librar una batalla en una selva húmeda requiere de tropas de avance que estén en gran estado físico. Ningún vaquero de película podrá sobrellevar los pantanos e insectos del sistema vil del mundo. Si su fe se limita a los cultos del domingo, los santos plateados «domingueros», en sus trajes de armadura resplandeciente, simplemente se hallan fuera de circulación. Para librar la batalla en el desierto se requiere de sudor. . . energía. . . estrategia concentrada. . . determinación. . . una buena cantidad de municiones. . . disposición para pelear. . . rehusarse a la rendición, aun cuando haya elefantes pisoteando su tubo de oxígeno.

¡Por eso debemos ser derretidos! Todo eso forma parte de lo que es ser puestos «en circulación». Aquellos que libran la batalla exitosamente, con un heroísmo silencioso bajo grandes presiones seculares —ah, esos son los santos que conocen lo que significa ser derretidos.

Usted puede optar por tomar un sendero menos exigente. Claro que sí. Usted puede llevar su propia cuenta y acabar oliendo como una rosa. Puede ser un santo plateado. Puede ser lustrado hasta tener un alto brillo por fuera. Puede ser perfectamente constante, fresco y relajado, uno que está siempre presente. . . y bien protegido al estar fuera de circulación. Otro más de los intocables y todo eso. . .

Hasta que el Señor ordene una investigación de la catedral local.

Hable con Dios hoy sobre estas cosas.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.