Daniel 2:23
A veces, después de recibir una respuesta clara, una oportunidad abierta o una bendición inesperada, es fácil asumir que fue por nuestra preparación, experiencia o esfuerzo. Pensamos: “Me lo gané. Hice lo correcto. Fui lo suficientemente capaz.” Pero Daniel sabía algo que tú y yo también debemos recordar: todo lo que somos y todo lo que logramos… proviene de Dios.
«A ti, Dios de mis padres, te doy gracias y alabanza, porque me has dado sabiduría y poder… tú me has dado a conocer el asunto del rey» (Daniel 2:23, NBLA).
Qué contraste con el orgullo humano. Daniel no se apresura a buscar reconocimiento. No corre a recibir aplausos. En lugar de apropiarse de la gloria, la redirige al cielo. Él sabía que no tenía nada que no hubiera recibido de parte de Dios.
No hay espacio para la arrogancia cuando reconocemos que, sin Dios, no tendríamos ni visión, ni respuesta, ni vida. Cada oportunidad, cada palabra, cada habilidad, cada puerta abierta es una manifestación de Su gracia. Hasta el aire que respiras y el discernimiento para tomar una decisión correcta vienen de Él.
Daniel entendió eso. Por eso, antes de buscar los aplausos del rey, elevó una oración de adoración al cielo. Su gratitud fue inmediata, genuina y específica.
Dios no solo merece el primer lugar en tu agenda… merece el primer lugar en tu gratitud, en tu reconocimiento y en tu corazón.
Recuerda: cuando reconoces a Dios como la fuente, vives con humildad, sirves con propósito y caminas con gratitud.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.