Salmos 147:2-3

Algunos años atrás, en el día de San Valentín, una pareja disfrutaba de un paseo romántico en carro a lo largo de una sección de carretera con muchos árboles en el estado de Luisiana. Algo de color blanco, moviéndose en los árboles, les llamó la atención. Su investigación los llevó a un adolescente muerto, colgando de una rama, con una sábana atada firmemente a su cuello. Una nota de despedida, infundida de desesperanza, se hallaba cerca del tronco del árbol. El encabezado decía simplemente: «Mamá y Papá».

Nunca me desarrollé en una persona de verdad y no puedo tolerar la existencia falsa y vacía que he creado . . . . Lo que más me frustró en el último año es que no había desarrollado conexiones con familiares o amigos. No había nada valioso o valorable. Tuve una existencia distanciada . . . . Soy una bomba de frustración y no debería casarme o tener hijos. Es mejor desactivar la bomba ahora sin causar daños . . . simplemente pueden incinerar mis restos bajo el nombre Fulano de tal.

Las autoridades hicieron circular la descripción y las huellas digitales del joven a las sedes policiales a través del país. Más tarde fue enterrado—sin haber sido identificado o reclamado por alguien.

Por más sombrías y conmovedoras que sean, escenas y palabras como estas no son tan inusuales. Nuestra era nerviosa pareciera tener su vida en juicio, ¡y la mecha del barril de pólvora se acorta a diario! Contrario a la opinión popular, la gente que amenaza suicidarse a menudo habla en serio. El viejo mito de que «los que hablan no saltan» es peligrosamente falso. Las amenazas deben ser tomadas en serio.

El suicidio, el rechazo final de uno mismo, no tiene favoritos ni conoce los límites. En mis archivos y en mi memoria hay casos inolvidables que cubren los extremos: un banquero exitoso, una desilusionada mujer divorciada, un joven que se fugó, el hijo de un misionero, una madre de tres, un caricaturista adinerado, un músico profesional, varios universitarios, un infante de la marina, un abuelo jubilado, un médico, un playboy de mediana edad, un contador brillante, un número creciente de adolescentes que estaban en la escuela intermedia y secundaria. Estas personas luchaban con sentimientos de soledad, inutilidad, inseguridad, desesperanza, perfeccionismo intenso, distanciamiento de las relaciones significativas y, trágicamente, un sentimiento de no ser amado ni atractivo.

En toda esta oscuridad, hay un haz de luz. La gente que está considerando el suicidio generalmente desea ser rescatada. Ellas dejan claves que dicen: «¡Ayúdenme!». Dejan pistas, sea de manera consciente o inconsciente, que anuncian sus intenciones.

Observadores sensibles y preocupados deben mantenerse alertas a las señales. Aquí hay algunas:

  • conversar sobre el suicidio;
  • un cambio repentino de personalidad;
  • depresión profunda;
  • síntomas físicos—no poder dormir, pérdida de apetito, motivación sexual decreciente, pérdida dramática de peso, agotamiento repetido;
  • intentos reales; y
  • situaciones de crisis—la muerte de un ser querido, fallar en la escuela, la pérdida del empleo, problemas matrimoniales o en casa y un enfermedad larga o terminal.

Obviamente, estas no son «indicaciones seguras», pero cualquier persona que parece inusualmente sospechosa merece su tiempo y su ofrecimiento de ayuda. En ocasiones, lo único que se necesita es que alguien se manifieste y sea un amigo . . . uno que escuche . . . alguien en quien apoyarse . . . un lugar seguro en tiempo de tormenta. ¡Eso es vivir realmente como un Cuerpo! Eso es Romanos 15:1 en acción:

«Los que somos fuertes debemos tener consideración de los que son sensibles a este tipo de cosas».

Ciertamente, si usted llegara a sentir una preocupación razonable, debiera tomar contacto con su médico o pedir consejo a través de la línea directa local para la prevención del suicidio. Pueden ser de ayuda valiosa un amigo personal, un consejero profesional, un líder de la iglesia o un pastor. No dude en buscar consejo.

La necesidad es urgente . . . y siempre es grande. Durante el tiempo que le tomó leer esto, un número de personas en su país intentó acabar con sus vidas.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.