Proverbios 19, 24, 28-30

En los últimos años, la tolerancia se ha vuelto una mala palabra entre los evangélicos conservadores. Eso es triste, pero entiendo por qué el concepto se ha vuelto tan controversial. Quizás nuestro análisis sobre la intolerancia debe comenzar con una definición correcta de lo que es la tolerancia. Aclaremos lo que queremos decir y, más importante aún, lo que no queremos dar a entender cuando hablamos de tolerancia.

En el mejor sentido cristiano del término, la tolerancia es un aspecto importante de la gracia. La tolerancia provee un espacio amplio a aquellos que tienen dificultades para hacer las cosas bien. La tolerancia da un espacio a los jóvenes y niños inquietos para crecer. La tolerancia sonríe en vez de fruncir el entrecejo cuando vemos al nuevo creyente tratando de salir adelante. En vez de señalar los errores del caído, la tolerancia se agacha para ayudar a levantarse al que ha fracasado, ofreciéndole esperanza y aceptación duradera.

En el libro El Despertar de la Gracia digo que la tolerancia es ese beneficio que permite que los demás sean diferentes y se emplea de la siguiente manera. 1

  1. Aceptar a los demás es fundamental para permitirles que sean diferentes.
  2. Rehusar dictar la vida de los demás permite que la libertad de Dios dirija sus vidas.
  3. Liberar a los demás significa no tomar una posición para la que nosotros ni siquiera estamos calificados.
  4. Amar a los demás pide que expresemos nuestra libertad de manera sabia.

La intolerancia es la antítesis de todo lo que acabo de describir. La intolerancia no quiere pasar por alto una transgresión (Proverbios 19:11). Por el contrario, refuerza las cadenas de culpabilidad expresando frases como: «debería», «tiene que». La médula de una persona intolerante, su corazón de piedra, se mantiene irrompible, impenetrable, sin compasión y siempre juzgando a los demás.

Esa falta de tolerancia no se da de manera abierta, sino de manera sutil. Puede que uno la detecte por medio de una mirada, pero, por lo general, no se expresa. Tal como Salomón lo menciona, en vez de liberar a esos que están bajo yugo, esos que van tambaleando a la matanza», el intolerante se excusa diciendo: «sabíamos» (Proverbios 24:11, 12). Pero el Señor conoce los corazones. Él sabe cuándo existe una actitud de parcialidad oculta dentro de nuestros corazones.

Reflexión: La intolerancia es un afán diario que todos tenemos, algunos como víctimas y otros como perpetradores. ¿Ha experimentado la intolerancia? ¿Qué impacto ha tenido en su deseo de vivir? ¿De qué forma su Intolerancia ha hecho que la vida de otra persona sea más difícil? ¿Cómo puede enmendar eso?

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos. 1. Charles R, Swindoll. El Despertar de la Gracia (Grupo Nelson, 1992).