Daniel 2:19-20
¿Te has detenido a alabar a Dios antes de correr a compartir una respuesta?
Después de orar con sus amigos, Daniel recibió exactamente lo que había pedido: una visión clara del sueño de Nabucodonosor y su interpretación. En ese momento, la mayoría de nosotros habría corrido al palacio gritando: “¡Lo tengo! ¡Sé la respuesta!” Pero Daniel no hizo eso. Antes de actuar, detuvo el paso, apaciguó su alma y pausó para alabar a Dios.
«Entonces Daniel bendijo al Dios del cielo. Daniel dijo: “Sea bendito el nombre de Dios por siempre jamás, porque la sabiduría y el poder le pertenecen a Él…”» (Daniel 2:19–20, NBLA).
No fue una alabanza superficial ni una frase apurada. Fueron cuatro versículos llenos de gratitud específica, profunda y sincera (vv. 20–23). Daniel no se tomó el crédito. No se apresuró en presumir su conocimiento. No dejó que la urgencia le robara el momento de gratitud. Reconoció al único Autor de su sabiduría: el Dios que revela lo oculto, que gobierna sobre reyes y estaciones, que conoce lo que está en la oscuridad… y que tiene toda luz en Él. En medio de la presión, Daniel hizo espacio para la adoración.
Nosotros también necesitamos hacer pausas así. Porque al alabar, recordamos quién es realmente el protagonista de nuestra historia. La alabanza no retrasa nuestra misión; la orienta. Nos vuelve humildes y agradecidos.
¿Dios ha respondido tus oraciones? Detente. Reconócelo. Alábalo. Haz memoria de su fidelidad antes de avanzar hacia el siguiente paso.
Antes de contarle al mundo tu respuesta… dale a Dios tu gratitud. Porque cuando reconoces Su mano, también renuevas tu corazón.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.