Exactamente ¿qué quiere nuestro Padre Celestial desarrollar dentro de nosotros?

Bueno, en lugar de meterme en problemas teológicos complicados, creo que la respuesta sencilla se encuentra en las mismas palabras de Cristo. Lea la declaración que hizo acerca de su razón por venir:

“Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Marcos 10:45)

Sin muchas palabrerías. Directo al grano. Él vino a servir y a dar. Tiene sentido, entonces decir que Dios desea lo mismo para nosotros. Después de traernos a Su familia por fe en Su Hijo, Dios pone Sus ojos en construir en nosotros la misma cualidad que hizo a Jesús distinto de todos los demás en aquellos días. Dios está comprometido en desarrollar en Su gente la misma porción y cualidades que caracterizan a Su Hijo.

Nada es más refrescante que el corazón de un siervo y un espíritu dadivoso, especialmente cuando los vemos demostrados en una persona a la que muchos etiquetarían como una celebridad. Hace años, mi esposa y yo asistimos una convención en donde uno de los principales oradores fue un astronauta retirado quien formó parte de la tripulación del Apolo 15 y quien había hecho la exitosa caminata de la luna. Él habló de la emoción conectada con salir de este planeta y ver cómo éste se reducía al alejarse de la tierra. Mencionó que un día cuando veía la salida de la tierra. . . pensaba en lo privilegiado que era al ser miembro de esa tripulación fuera de la común. Y entonces empezó a darse cuenta cuando iba de camino a casa que muchos le considerarían una “superestrella,” una celebridad internacional.

Así que humillado por la impresionante bondad de Dios, el coronel compartió sus verdaderos sentimientos, que se escucharon algo así como lo siguiente:

Cuando venía de regreso a la tierra, me di cuenta de que era un siervo—no una celebridad. Así que estoy aquí como siervo de Dios en el planeta Tierra para compartir lo que he experimentado, para que otros puedan conocer la gloria de Dios.

Dios permitió que este hombre se escapará de la pequeña jaula que llamamos Tierra, para revelarle durante este tiempo un lema básico que todos haríamos bien en aprender: un siervo—no una celebridad.

Esclavizados en el ajetreo del siglo XXI—corriendo como locos por los aeropuertos, entregando proyectos a tiempo, siendo responsables por decisiones importantes, y adaptándonos al estrés que traen las demandas de otras personas, combinado con nuestras propias altas expectativas—es fácil perder de vista nuestro primer llamado como cristianos, ¿no es cierto?