Estoy completamente confundido… No puedo enumerarlas veces, a través de los años, que he escuchado esta pregunta.

Probablemente pudiera hacer una lista de por lo menos diez maneras de cómo Dios guía a sus hijos hoy, pero me limitaré a cuatro que pienso que son los métodos más importantes en cuanto a la dirección de Dios.

1. Dios nos guía a través de su Palabra escrita.

Como bien dijera el salmista:

«Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Salmo 119.105).

Siempre que usted vea la frase bíblica «es la voluntad de Dios», tenga por seguro que esa es su voluntad. Usted también sabe que desobedecer es pisotear su Palabra. Los preceptos y principios que contienen las Escrituras son también indicaciones claras de su dirección.

Los preceptos son declaraciones precisas tales como: «Apartaos de la inmoralidad sexual.» Es como decir: «Límite de velocidad 55 km por hora.» ¿Qué es exceso de velocidad? Todo lo que sea más de 55 kilómetros por hora. Ese es un precepto.

Luego están los principios de las Escrituras; estos son pautas generales que requieren discernimiento y madurez si queremos comprenderlos. Pablo escribe acerca de «la paz de Dios» que guarda y dirige nuestras mentes y corazones (Filipenses 4.7). Es como el aviso que dice: «Conduzca con cuidado.» Esto puede significar 65 Km por hora en una autopista despejada, o bien 15Km por hora en una curva cubierta de hielo. Pero siempre significa que debemos estar alertas y conscientes de las condiciones; siempre significa que tenemos que tener discernimiento. No hay un aviso lo suficientemente grande que enumere todas las opciones que usted tiene cuando está detrás del volante. Por lo tanto, usted debe conocer las reglas del tránsito, obedecer las señales que hay, y utilizar toda su pericia junto con su discernimiento.

2. Dios nos guía a través del impulso interior del Espíritu Santo.

Lea las siguiente palabras con sumo cuidado:

 «De modo que, amados míos, así como habéis obedecido siempre, no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad» (Filipenses2. 12, 13).

El impulso interior del Espíritu Santo nos da una sensación de la guía de Dios, aunque esa guía no es siempre lo que pudiéramos llamar una «experiencia grata.» En cuanto a mí y como antes mencioné, la decisión de aceptar el rectorado del seminario de Dallas no fue fácil. Finalmente, fue una decisión en paz, pero no fue lo que yo habría querido o escogido.  Yo encontré todas las maneras de ofrecer resistencia cuando me fue ofrecido el cargo. ¿Se acuerda de esa carta de dos páginas, con todo bien pensado y justificado, llena de la Palabra de Dios? Ella habría convencido a cualquiera de que yo no era la persona adecuada para el cargo. Solo que Dios se estaba ocupando de convencerlos a ellos, y después a mí, de que yo era la persona adecuada. Aunque eso iba contra mis deseos en ese tiempo, no pude resistir el impulso soberano y todopoderoso del Espíritu Santo.

De manera parecida, yo también sentí la necesidad de reconsiderar la invitación que me había hecho el seminario de Dallas. Por eso puedo testificar, por mi experiencia personal, que usted puede creer que conoce realmente la voluntad de Dios, y a pesar de ello estar absolutamente equivocado. Pero, si lo está, el acicate del Espíritu Santo lo estará inquietando interiormente. «El corazón del hombre traza su camino, pero Jehovah dirige sus pasos» (Proverbios 16.9).

Es fácil conducir un automóvil que está en movimiento y llevarlo a la estación de gasolina para aprovisionarse de combustible. Pero es difícil que avance cuando se ha detenido en seco. Así, pues, si usted está dedicado a algo, haciendo sus planes y pensando bien el asunto, solo permanezca comunicativo. Al hacerlo, el Espíritu de Dios en nuestro interior es el que nos está guiando.

Ese impulso interior es crucial, porque con frecuencia no entendemos.

«De Jehovah son los pasos del hombre; ¿cómo podrá el hombre, por sí solo, entender su camino?» (Proverbios 20.24).

(¡Me encanta eso!) Al final de todo, usted dirá: «Francamente, no lo entendía. Debió haber sido Dios.» ¡Eso sí que es misterioso! Mientras más años tengo de vida cristiana, menos sé por qué Él nos guía como lo hace. Pero lo que sí sé es que Él nos guía.

3. Dios nos guía es a través del consejo de personas sabias, calificadas y confiables.

Con esto no me estoy refiriendo a un guía en el Tíbet ni a un extraño de aspecto grave en la parada del autobús. Se trata de una persona que ha demostrado ser sabia y confiable y que, por consiguiente, está calificada para dar su consejo en un determinado asunto. Por lo general, tales personas son de más edad y más maduras que nosotros. Además, son personas que no tienen nada que ganar o perder con nuestra decisión. Esto significa también que muchas veces no forman parte de nuestra familia cercana. (Los miembros de la familia cercana por lo general no quieren que hagamos algo que nos aleje de ellos, o que sea causa de inquietud o preocupación para ellos o para nosotros.)

En los momentos críticos de mi vida he buscado el consejo de personas experimentadas, y rara vez se han equivocado. Esa ha sido mi experiencia. Pero usted debe buscar a sus consejeros muy cuidadosamente. Y así como nuestros mejores consejeros no son nuestros parientes, muchas veces tampoco son nuestros mejores amigos. Las personas sabias y confiables son aquellas que quieren para usted solo lo que Dios quiere. Estas personas serán siempre objetivas, escucharán con atención y responderán sin apresuramiento, y muchas veces no le darán una respuesta en el momento que usted la pide. Quieren primero consultarla con la almohada; quieren pensarla bien.

4. Dios nos guía a su voluntad dándonos una seguridad interna de paz.

 «Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones», escribió Pablo a los colosenses, «pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos» (Colosenses 3.15).

La seguridad interna de paz será como un árbitro en su corazón.

Aunque la paz es una emoción, he descubierto que ella es maravillosamente tranquilizadora cuando he tenido que luchar con la voluntad del Señor. La paz que procede de Dios se hace presente a pesar de los obstáculos o de las contingencias, no importa los riesgos o los peligros. Es casi como si Dios estuviera diciendo: «Yo estoy en esta decisión… Pon tu confianza en mí durante todo el proceso.»

La voluntad de Dios para nuestras vidas no es una suerte de teoría altisonante, Sino una realidad. Ya hemos discutido algunas de las condiciones y requerimientos necesarios para obedecer la voluntad de Dios, y también hemos visto algunas de las maneras como Dios nos guía para que hagamos su voluntad. Ahora viene el corolario de todo esto: Tenemos que obedecer su voluntad en el mundo real.

Hebreos 11.6 nos dice que «sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.» Obedecer la voluntad de Dios significa que debemos creer que Dios es quién dice que es, y que El hará lo que dice que hará.

Adaptado del libro por Charles R. Swindoll, El Misterio de la Voluntad de Dios, (Editorial Caribe 2001), 53-68. Usado con permiso. Todos los derechos reservados mundialmente.