Marcos 15:43-46; Juan 19:38-42; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24, 3:18

Cuando José de Arimatea solicitó el cuerpo de Jesús y lo puso en una tumba nueva, la imagen parecía un símbolo de cómo todos los sueños que rodeaban la muerte del Mesías también yacían acabados junto al cuerpo inanimado. La piedra grande e inmovible a la entrada de la tumba parecía acabar con cualquier esperanza en el futuro. La muerte se sentía implacable y definitiva.

Tan solo unos días antes, Jesús montado en un burrito, reconocido símbolo de paz y una inequívoca identificación con el Mesías, había entrado en Jerusalén mientras miles lo ovacionaban. Él era su Mesías. Él había prometido una vida abundante. Sus seguidores esperaban que se convirtiera en su rey y que Israel volviera a ser otra vez próspera y libre. Pero ahora, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, el Hijo de Dios yacía frío y muerto en una tumba a las afueras de la ciudad.

El dolor que cubría los corazones de los discípulos se sentía más pesado que los cielos oscuros que cubrían Jerusalén. La oscuridad que había comenzado al mediodía quizás se había extendido a lo largo de la tarde hasta que la noche la consumió. Mientras los discípulos desilusionados seguramente se preguntaban si el sol volvería a brillar alguna vez.

A medida que el sol se ocultaba y el día de reposo comenzaba nada tenía sentido a la luz de las profecías que Jesús había cumplido, a la luz de las promesas que Él había hecho, dada la total y completa confianza que ellos tenían en Él. El pueblo claramente quería un juez justo, pero mientras Jesús yacía muerto los sumos sacerdotes ya habían comenzado a suplir el bazar de Anás y los líderes políticos de Israel buscaban formas de explotar la popularidad reciente de Pilato. Jesús no solo había fracasado en su intento por mejorar a Israel, sino que ahora el futuro de la nación se veía más sombrío que antes.

El desánimo y la desesperación reinaban entre los seguidores de Jesús. La luz se había ido del mundo.

Adaptado del libro, Domingo a Domingo. Copyright © 2021 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.