De todas las cartas que escribió Pablo, 2 Corintios es la más autobiográfica. En ella el apóstol quita el velo de su vida privada y nos permite una mirada a sus debilidades y necesidades humanas. Usted debe leer esta carta de corrido para poder captar el fluir de la emoción que embargaba su ser.

Es solo en esta carta que él graba los detalles específicos de su angustia, sus lágrimas, su aflicción y su oposición satánica. Solo en esta carta él graba los detalles de su persecución, soledad, encarcelamientos, palizas, sentimientos de desesperanza, hambrunas, naufragios, noches de desvelo y ese «aguijón de la carne» —su compañero doloroso. Cuánto más cercanos a él nos sentimos al verlo como un hombre real, con problemas de la vida real. . . ¡tal como usted y como yo!

Entonces, no es sorprendente que comienza su carta con palabras de consuelo —especialmente en los versículos 3 al 11 (favor de parar y leerlos).

Entonces, habiendo leído esos nueve versículos, favor de observar la frecuencia con que él usa el término consuelo en los versículos 3 al 7. Yo cuento diez veces, en esos nueve versículos, en que la raíz del término consuelo es usada por Pablo. Esta palabra es para-kaleo, que literalmente significa «llamar al lado de». Involucra algo más que «dar una palmada en la espalda» junto con la gastada expresión: «el Señor te bendiga. . .». No, este término involucra una comprensión profunda y genuina. . . compasión y condolencia de todo corazón. Esto parece ser de lo más apropiado ya que dice que Dios, nuestro Padre, es «la fuente de todo consuelo» quien «nos consuela en todas nuestras dificultades». ¡Nuestro Padre amoroso nunca se encuentra distraído o distante cuando estamos soportando penas y aflicciones! Lea Hebreos 4:14-16 y Mateo 6:31-32 como pruebas adicionales.

Hay todavía otra observación que vale la pena notar en 2 Corintios, capítulo 1 (versión La Biblia de las Américas). Se indican no menos de tres razones para el sufrimiento –cada una introducida con el término «para que». ¿Puede usted hallarlas? Tome un lápiz y ponga un círculo alrededor de «para que» en los versículos 4, 9 y 11. De manera silenciosa, sin fanfarronear, el Espíritu Santo indica las razones por las que sufrimos:

  1. «Para que nosotros podamos consolar a a los que están en cualquier aflicción. . .» (v. 4). Dios permite el sufrimiento para que podamos tener la capacidad de entrar en el sufrimiento y la aflicción de otros. ¿No es cierto eso? Si usted ha sufrido por haber roto el hueso de su pierna y haber estado obligado a usar muletas por semanas —usted tendrá empatía plena con alguien más que tiene que usar muletas, aún después de años de haber sufrido esa aflicción. Lo mismo es cierto en cuanto a la pérdida de un hijo. . . una depresión emocional. . . un accidente automovilístico. . . el sufrir una crítica injusta. . . las cargas financieras. Dios les da a Sus hijos la capacidad de entender, al traer a nuestras vidas sufrimientos similares. Los moretones se atraen.
  2. «[Para] que no confiáramos en nosotros mismos. . .» (v. 9). Dios también permite el sufrimiento para que podamos aprender a depender totalmente en Él, no en nuestras propias fuerzas y recursos. ¿No es cierto que el sufrimiento hace eso? Nos obliga a descansar en Él de manera total y absoluta. Vez tras vez Él nos recuerda del peligro del orgullo. . . pero a menudo se requiere de sufrimiento para lograr que la lección sea permanente. El orgullo es aplastado de forma efectiva cuando el sufrimiento llega de manera repentina y sorprendente. Rara vez los trenes expresos del cielo son anunciados con un campanazo de advertencia; llegan con prisa y de improviso a la estación del alma. Puede ser que esa ha sido su propia experiencia recientemente. No se resienta con la aflicción como si fuera un intruso —dele la bienvenida como el mensaje de Dios para que usted deje de confiar en la carne. . . y comience a apoyarse en Él.
  3. «Para que por muchas personas sean dadas gracias. . .» (v. 11). Con toda honestidad —¿ha dicho usted: «Gracias, Señor, por esta prueba»? ¿Ha dejado por fin de luchar y expresado a Él cuánto aprecia Su soberanía amorosa en su vida? Le propongo que una de las razones porque nuestro sufrimiento se prolonga es porque demoramos demasiado en decir «Gracias, Señor» con una actitud de aprecio genuino.

¡Cuán incompletos y rebeldes y orgullosos y poco preocupados seríamos sin el sufrimiento! Aquí hay dos declaraciones sobre el sufrimiento que escuché hace años y nunca olvidaré:

«Cuando Dios quiere llevar a cabo un trabajo imposible, Él toma una persona imposible—y lo aplasta».

«El dolor planta la bandera de la realidad en la fortaleza de un corazón rebelde».

¡Espero que sea animado por estas cosas la próxima vez que Dios le suba la temperatura al horno!

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.