Isaías 53:3-4

Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quién los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente llevó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. —Isaías 53:3-4.

 

SEÑOR, LAS PALABRAS DE ESPERANZA de otras personas pueden disiparse si las cosas no andan bien en nuestras vidas. Cuando nos llenamos de ira y resentimiento, de alguna forma las palabras de gozo y propósito suenan vacías y no tienen sentido. Pero cuando nuestros corazones están bien contigo, tenemos oídos para escuchar el mensaje de esperanza. En vez de resistir las palabras de los demás, las apreciamos, y te amamos por enviarlas en tiempo de necesidad.

Padre, somos honestos al decirte que algunos de nosotros tenemos una gran ansiedad. Danos la gracia para enfrentar nuestras pruebas—mejor aún, para superarlas. Concédenos un sentido de esperanza y propósito que vaya más allá de nuestro dolor. Bendícenos con un recuerdo renovado de que no estamos solos… de que Tu plan no ha sido obstaculizado… de que no hemos sido abandonados en medio del sufrimiento aun cuando éste empeora y no mejora.

Después de que Tú nos hayas fortalecido—y estemos de pie—ayúdanos a tener compasión por aquellos que sufren. Ayúdanos a escuchar y poder animar a otros que están viviendo en el mundo del dolor. Recuérdanos cómo nos sentíamos cuando estábamos allí… y que Tu plan puede incluir para nosotros otro caminar contigo por el estrecho y accidentado sendero del sufrimiento. Recuérdanos que Tu Hijo, aunque nunca pecó, estaba familiarizado con el dolor. Te pedimos todo esto en el nombre compasivo del Varón de dolores. Amén.

Véase también Proverbios 25:20; 2 Corintios 1:3-7; Hebreos 12:3; 1 Pedro 2:21.

 

COMPASIÓN ANTES QUE INFORMACIÓN

Era uno de esos elogios ambiguos.  Provino de un hombre que me había escuchado hablar en varias sesiones de una conferencia. Al final de la semana, él y yo nos tomamos un café juntos. Allí me dijo lo siguiente: «No le entiendo pastor Swindoll. Aunque usted es un firme creyente en la Biblia, también se divierte. Hasta he notado que tiene algo de compasión».

Esa última frase me hizo pensar. Él se refirió a la «compasión» como si no debiese estar allí. Algo así como si una persona que estuviera comprometida con la verdad de la Escritura no debiera preocuparse por las necesidades de las personas. Una actitud que indica que no debemos hacerle caso a lo que sucede a las personas: desánimo, sufrimientos, enfermedades y dolor ya que son solo problemas temporales. Es como si nuestro único trabajo es presentar el Evangelio y no o poner atención al dolor o los problemas de la gente; solo predicar la verdad.

Sea honesto. ¿No es cierto, que esto es común en muchos de los cristianos en la actualidad? ¿No es cierto que las personas entre más conservadoras son menos compasivas?

Quisiera saber cuándo nos alejamos del modelo bíblico. ¿Cuándo comenzamos a ignorar el cuidado que Cristo tiene por los necesitados?  ¿Cuándo optamos por darle más énfasis a la proclamación y menos a la compasión?

Para citar un familiar axioma: «A otros no les importa cuánto sabemos hasta que ellos sepan cuánto nos importan».

Coloquemos la compasión junto con la información. Necesitamos ambas cosas pero en el orden adecuado. Permitamos que la compasión genere hambre por la verdad. Eso nos hará estar en buena compañía. Esto fue exactamente lo que Jesús hizo por usted, por mí y por muchos otros pecadores que merecíamos y esperábamos la condenación pero en su lugar obtuvimos compasión.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.