Mateo 16:16

Cristo es la traducción griega de la palabra hebrea Mesías, que significa «el ungido».1 El nombre indica que Jesús fue enviado por Dios, apartado para Su gran obra redentora que se anticipó en el Antiguo Testamento.

Vemos esa anticipación en la respuesta de Pedro cuando Jesús pregunto: «¿Quién dicen que soy?» (Mateo 16:15). Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (16:16, LBLA). La respuesta de Pedro estaba arraigada en su expectativa de la llegada del Mesías, una esperanza que llega hasta los tiempos de Abraham, a quien Dios hizo una promesa de que todas las naciones serían bendecidas por su semilla (Génesis 12:1–3; Gálatas 3:14–16). Y por fin llegó el Mesías, en carne y hueso, hablando con Pedro y los demás discípulos.

En ese momento, Pedro hizo más que simplemente identificar a Jesús. El discípulo dijo que Cristo era el Hijo de Dios, reconociendo que Jesús era el elegido de Dios. Vemos la afirmación de esto en el bautismo de Jesús cuando una voz del cielo declaró: «Este es mi Hijo muy amado, quien me da gran gozo» (Mateo 3:17). El enviado y consagrado por Dios era Dios mismo, quien se hizo carne para rescatarnos.

¡Imagínese lo que debe haber sentido tener a la persona que Pedro había estado esperando allí mismo con él! Aunque muchos han negado que Jesús era el Cristo, Él era el Mesías de los profetas que predijeron Su llegada y la liberación del pueblo de Dios.

Creer que «Jesús es el Cristo» es creer que fue enviado por Dios para redimir a la humanidad y para gobernar como Rey de Israel. Curiosamente, Jesús usó muchos nombres para mostrar a la gente que era el Mesías, pero nunca usó la palabra Mesías o Cristo.2 Lo cual hace que la respuesta de Pedro sea aún más extraordinaria: «Bendito eres, Simón hijo de Juan, porque mi Padre que está en el cielo te lo ha revelado. No lo aprendiste de ningún ser humano» (16:17).

¿Cómo supo Pedro que Jesús era el Cristo? ¡Porque Dios se lo reveló! Pedro había esperado tanto tiempo a que llegara el Mesías, creyendo que Él daría el reino de Dios a Israel. Pero Pedro no sabía cuándo llegaría el Mesías. Y no tenía ni idea de cuánto le impactaría. ¡Imagínese lo que se debe sentir al abrir los ojos y entender que Jesús es el Cristo!

Al igual que Pedro, nosotros vivimos en un mundo que espera. A nuestro alrededor, todo el mundo espera la llegada de algo mejor. Pero al contrario que Pedro, nosotros no tenemos que esperar al Mesías. Jesucristo ya llegó.

Desde su primera llegada, se han pensado muchas cosas de Él. Para algunos es simplemente un profeta, un maestro o un rebelde. Al igual que Pedro, necesitamos que Dios nos revele que Jesús es el Cristo. Creer que Jesús es el Cristo es creer que Dios lo envió tanto para ser Rey como para redimir a Su pueblo.

Como creyentes podemos confesar que Jesús es el Cristo porque nuestros ojos han sido abiertos a la verdad del evangelio. Seamos pacientes con los que no pueden ver aún quién es Jesús, y que el Espíritu Santo nos ayude a explicarles que Jesús es la esperanza para todos nosotros. Es lo que nuestros corazones desean, algo mejor, algo diferente, una vida completamente nueva. Que esta verdad nos dé esperanza para hoy y para Su regreso cuando Él pondrá todo en orden.

Adaptado del libro, Los Nombres de Jesús. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.