Proverbios 16:2-3
Él hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: «¿Qué haces?» (Daniel 4:35).
Estas son las palabras de un rey poderoso, el hombre más poderoso y rico del mundo en ese tiempo, describiendo la soberanía de Dios poco después de que comprendiera su humildad. Nabucodonosor había edificado un imperio y había conquistado la mayor parte del mundo antiguo. Su palabra era ley para millones de personas. Podía hacer prácticamente cualquier cosa que deseara. No le debía nada a nadie. Y estaba por encima de cualquier partido político, constitución o institución. Después de que Dios lo tacara, Nabucodonosor describió un poder mayor que el suyo. El más grande soberano de la tierra se dio cuenta de que él era una criatura insignificante ante el Rey soberano del cielo.
Lo que le sucedió a Nabucodonosor y a todos los reyes después de él sigue siendo verdad en la actualidad. Los políticos, los reyes, los tiranos, los dictadores, los presidentes, los gerentes, los supervisores, los pastores, los ancianos, los líderes grandes o pequeños, todos debemos reconocer que estamos sujetos a la soberanía de Dios. Les guste o no a los líderes, lo acepten o vivan en rebelión, Dios siempre hace Su voluntad. Una posición de privilegio, poder o autoridad demanda una administración sabia humilde. Ya que Dios le dio el don de la autonomía, la aptitud para tomar decisiones puede decidir desafiar la autoridad de Dios o intentar resistir su soberanía, pero déjeme decirle algo: nadie ha podido ganarle a Dios. Él siempre ganará. Siempre hace Su voluntad. Así que si está enfrentando un día muy tenso y le cuesta someterse a la soberanía de Dios, tome mi consejo: hágalo de todas formas. No se arrepentirá.
Cuando se someta a Dios, cuando se ponga bajo la autoridad soberana de Dios; cuando busque su voluntad y descubra la senda que Él tiene para usted, notará que es un aliado de Dios.
Tal como los sabios escribieron hace muchos siglos:
Todo camino del hombre es limpio en su propia opinión, pero el Señor es el que examina los espíritus. Encomienda al Señor tus obras y tus pensamientos serán afirmados (Proverbios 16:2,3).
Reflexión: ¿Qué posición de privilegio, poder o autoridad tiene en este momento? ¿En qué contexto otras personas siguen su liderazgo? (No olvide su familia) ¿Cuál es el propósito de cada organización o grupo? ¿De qué forma ese propósito sigue el plan general de Dios para el mundo? ¿De qué forma esta posibilidad divina cambia su perspectiva como líder?
Les guste o no a los líderes, lo acepten o vivan en rebelión, Dios siempre hace Su voluntad.
— Charles R. Swindoll Tweet estoAdaptado del libro, Viviendo los Proverbios (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.