Mateo 11:28-30
La definición refleja devastación:
Trauma: Una lesión (como una herida) al tejido vivo causado por un agente extrínseco. . . un estado síquico o conductual trastornado que resulta del estrés mental o emocional. . .
Como papas en una olla de presión, nosotros, criaturas del siglo veintiuno, entendemos el significado del estrés. No pasa una semana sin que haya escaramuzas con esos «agentes extrínsecos» que golpean sobre nuestras frágiles formas. Puede ser algo tan leve como preparar los almuerzos para los hijos antes de las 7:30 de la mañana (¿leve?) o tan severo como un choque con otro carro. . . o con otra persona. No hay diferencia. El resultado es «trauma»—una palabra barata para decir nervios. Usted lo sabe, la razón principal por qué el Valium se mantiene como éxito de ventas. Nuestras heridas emocionales a menudo son profundas. No producen hemorragia como en una víctima de apuñalamiento, pero son igual de reales y así de dolorosas. . . a veces aún más.
Años atrás, una prueba de estrés llevada a cabo por el Dr. Thomas Holmes y sus colegas concluyó que una acumulación de doscientos o más «unidades de cambio de vida» en cualquier año puede significar más disrupción—más trauma—de lo que un individuo puede soportar. En la escala de ellos, la muerte de un cónyuge equivale a cien unidades, un divorcio representa setenta y tres unidades. . . y ¡la Navidad equivale a doce unidades! Eso ayuda a explicar la idea de fondo cuando «algo se rompe» dentro de ciertas personas cuando la última gota les rebosa el vaso. Nuestra capacidad de soportar trauma tiene sus límites.
Ciertamente, Joseph Bayly lo pudo entender. Él y su esposa perdieron tres hijos—uno de dieciocho días (después de una cirugía); otro a los cinco años (leucemia); un tercero a los dieciocho años (un accidente de trineo en la nieve sumado a la hemofilia). Ni en mi más extrema imaginación puedo lograr comprender la profundidad de las pérdidas de ellos. En la resaca de un trauma tan profundo, la pareja Bayly se mantuvo a veces fuerte, a veces débil, mientras observaban a Dios colocar un punto final antes de que se completara la frase en la vida de cada uno de sus hijos. Y su angustia no fue mitigada cuando personas bien intencionadas les ofrecieron respuestas poco profundas y simples en medio del sufrimiento de ellos.
Algunos de los ojos que leen estas palabras pueden estar próximos a las lágrimas. Usted está tratando de arreglárselas sin esperanza. Se halla probado hasta cerca del límite de las «doscientas unidades». . . y no divisa alivio en el horizonte. Usted está sangrando y se le han acabado los parches. Usted ha pasado de tensión leve a trauma avanzado.
¡Tenga cuidado! Usted se halla en la zona de peligro, en cuanto a lo emocional. Se halla expuesto, y el adversario le está apuntando con los dos cañones cargados de su rifle, esperando disparar mientras usted se encuentra vulnerable. ¡Bum! «¡Corre!» ¡Bum! «¡Considere el suicidio!»
¡Escuche con atención! Cristo Jesús abre la puerta, tiernamente lo mira y dice:
«Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana». (Mateo 11:28-30)
Nada de complicado. No hay bombos ni platillos, no hay un viaje a La Meca, no hay trance hipnótico, no hay tarifas, no hay una contraseña especial. Solo venga. ¿Qué significa? Descargue. Suelte la carga y déjela caer en Su regazo. . . ahora. Permítale llevarse el estrés suyo y reciba usted el descanso de Él. ¿Sabe Él de qué se tratan los traumas? Recuerde, Él es quien sudó gotas que eran como de sangre en la agonía del Getsemaní. Si hay alguien que entiende de traumas, es Él. Completamente.
La provisión de Dios es profunda, alcanzable y apropiada. Él es magistral en cuanto a tornar la devastación en restauración. Considere de nuevo Su invitación en Mateo 11:28-30 y acéptela de todo corazón.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.