Santiago 1:12

La persistencia tiene su paga.

Es una inversión cara, sin duda. Pero los dividendos son mucho mayores que la inversión original, tanto que usted casi olvida el precio. Y si los beneficios finales son realmente significativos, usted se preguntará por qué siquiera tuvo dudas en el principio.

Una razón primordial por la que estamos tentados a darnos por vencido es: otras personas. . . usted sabe, los que forman menos del 20 por ciento, cuyo rol principal es animar a otros a que tiren la toalla. Por la razón que sea. Esos especialistas con banderas blancas, para quienes nunca se les acaban las excusas que usted y yo debemos usar para darnos por vencidos. El mundo está lleno de expertos en «para qué sudar tanto».

Estoy seguro de que Anne Mansfield Sullivan tuvo una hueste de personas que le decían que la ciega malcriada de 7 años no valía la pena. Pero Anne persistió—a pesar de episodios temperamentales, abuso físico, locura en las comidas y hasta padres no agradecidos. En su corazón sabía que todo el dolor valía la pena. ¡Qué razón tenía! Dentro de dos años su alumna había logrado aprender a leer y escribir en braille. Con el tiempo, ella graduó con honores de la universidad (donde la señorita Sullivan «deletreó» cada cátedra en la mano de ella), y Helen Keller dedicó el resto de su vida a ayudar a los sordos y ciegos.

¿Cuántas batallas militares no se hubieran ganado sin la persistencia? ¿Cuántos hombres y mujeres nunca hubieran graduado de la escuela. . . o cambiado de carrera en pleno ejercicio. . . o permanecido en su matrimonio. . . o criado a un niño con desafíos mentales? Piense en los casos criminales que nunca hubieran sido resueltos sin la persistencia de los detectives. ¿Qué de la gran música que nunca hubiera sido terminada, las grandes piezas de arte que nunca hubieran adornado los museos, las catedrales y los monumentos por todo el mundo? Detrás de la impecable hermosura de cada obra hay un sueño que rehusaba morir combinado con una determinación insistente de un genio que este mundo no se merece.

Piense también en los discursos, sermones, libros que han dado forma al pensamiento, infundido nueva esperanza, provocado fe fresca y despertado la disposición para vencer. Por largas y solitarias horas lejos del aplauso—del conocimiento siquiera—del público, el que preparaba el misíl verbal persistió estando solo con materiales tan mundanos como un diccionario, un tesauro, volúmenes históricos, datos biográficos y un escritorio lleno de obras de estudio. Lo mismo se puede decir de aquellos que trabajan para encontrar curas para las enfermedades. ¿Y qué decir de los que experimentan con inventos?

Una vez escuché de un par de hombres que estaban trabajando junto al inventor Thomas Edison. Cansados hasta el punto de exasperación, uno de ellos dijo suspirando: «¡Qué desperdicio! Hemos intentado no menos de setecientos experimentos y nada ha resultado. No estamos un ápice mejor que cuando recién empezamos».

Con un brillo optimista en sus ojos, Edison bromeó: «¡Oh, sí, lo estamos! Ahora sabemos de setecientas cosas que no funcionan. Estamos más cerca de lo que hemos estado antes». Con eso, se arremangó la camisa y se entregó al trabajo de nuevo.

Si la necesidad es la madre de la invención, persistencia es el padre.

Dios la honra. Quizás porque Él la modela tan bien. Su amor por Su pueblo, los judíos, persiste hasta el día de hoy, aun cuando ellos le han desobedecido con más frecuencia de lo que le han correspondido el amor. Y piense en Su paciente persistencia al tratar de alcanzar a los perdidos: «No quiere que nadie sea destruido; quiere que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:9). ¿Y qué de Su persistencia con nosotros? Usted y yo podemos recordar vez tras vez cuando Él pudo (¡y debió!) destruirnos por completo de entre la raza humana, pero no lo hizo ¿Por qué? La respuesta está en Filipenses 1:6:

«Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva».

Aquel que comenzó lo seguirá haciendo hasta el final. Siendo el acabador original, Él persistirá. Me consuela saber que a Él no se le convencerá de dejar de lado un plan que tiene que ver con desarrollarme. ¡Yo necesito ayuda! ¿Usted no?

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.