2 Timoteo 3:15

Y que desde la niñez has sabido las sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. 2 Timoteo 3:15

PADRE, PERDÓNANOS por envolvernos tanto en esta vida apresurada que hemos ignorado a nuestros propios hijos. Queremos hacer una pausa y recordar los días pasados. Tú fuiste quien escogió que fuésemos criados por nuestros padres. Padres que nos amaron y derramaron sus vidas por nosotros, lloraron por nosotros y nos ayudaron a ser lo que somos hoy. Gracias por nuestros padres. Ellos fueron buenos ejemplos y nos dieron gratos recuerdos. Te agradecemos por ellos aunque sabemos que no eran perfectos.

Padre celestial, te pedimos que le concedas a los padres y a los padrastros un sentido de destino. Ayúdanos a reconocer la importancia de ser padres y a recordar lo que quieres que realicemos que nadie más puede hacer. Borra de nuestras mentes toda la insensatez cultural que quiere persuadirnos a hacer lo contrario. Convéncenos del valor de ser padres y con ello ser siervos del Dios viviente.

Oramos para que, como resultado de vivir para Ti, haya una diferencia en el mundo que ahora está desbocado. Ayúdanos a ser más comprometidos con nuestras responsabilidades. Y que en tanto los hijos crecen, dejemos de ser instructores para ser mentores y cuando lleguen a la edad adulta, podamos ser sus amigos. Todo te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

Véase también Génesis 18:19; Deuteronomio 6:7; 11:19; Salmos 78:4; Proverbios 22:6; Efesios 6:4; 2 Timoteo 1:15.

 

SIN AFERRARSE A LOS HIJOS

Poco antes de morir, Corrie Ten Boom, asistió a la iglesia que yo pastoreaba. Después de uno de los servicios me reuní con ella, deseando expresarle el amor y el respeto que mi esposa y yo le teníamos por su ejemplo. Ella me preguntó por mi familia y mis hijos. Después de unos minutos de conversación, ella se dio cuenta de nuestro profundo amor por cada uno de nuestros hijos y notó que éste rayaba en quizás demasiado amor. Con sus manos arrugadas frente a mí, me dio un consejo que nunca olvidaré. Todavía recuerdo su fuerte acento holandés: «Pastor Svindole, tiene que aprender a no aferrarse a las cosas. A ninguna cosa, incluso a su querida familia. ¿Por qué? Porque el Padre puede querer llevarse alguno de ellos con Él y cuando lo haga, le dolerá cuando Él tenga que arrancárselo de los dedos». Y luego, habiendo apretado sus manos mientras decía esto, las abrió lentamente y dijo con una sonrisa amable: «Recuerde, no se aferre a nada. . . a nada».

Esa fue nuestra última conversación. Mientras la miraba alejarse, pensé en ese momento cuando ella perdió a su hermana Betsy, en el campo de concentración nazi de Ravensbruck. Sin lugar a dudas su hora más difícil. Probablemente fue allí cuando Dios le enseñó ese principio que ella me confió hace muchos años.

Ahora que nuestros hijos han crecido—y nos vemos queriendo aferrarnos a nuestros diez nietos—Cynthia y yo ocasionalmente nos repetimos el consejo de Corrie el uno al otro: «Recuerda, no te aferres a nada».

Sería sabio para todos comenzar a practicar esta experimentada sabiduría. Cualquier cosa que poseamos que significa más de lo que debiera, o cualquier persona a la que amemos demasiado y por lo tanto nos aferramos a ella, entreguémosla al cuidado de Dios. «Recuerde… no se aferre a nada. A nada».

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.