Job 26: 1—14

El tacto que le falto aquí a Job lo compensó con su absoluta honestidad. Pero, francamente, este no era el momento para tener tacto. Bildad ha sido tremendamente duro. Es de dudar que le hubiera puesto atención a Job si éste hubiera utilizado un lenguaje suave y diplomático. ¡Job se pone tenaz!

Eso es lo que nos hacen las llagas. Cualquier enfermero o profesional de la salud le dirá, especialmente quienes cuidan de pacientes que sufren de un dolor intenso, que el tacto se desvanece a medida que el dolor avanza. Hay algo acerca de la prolongación de la angustia que finalmente lleva al alma a una cruda y desesperante realidad.

Hace muchos años me encontré con estas palabras: «El dolor planta la bandera de la realidad en el fortín de un corazón rebelde». Incluso en aquellos que han sido tercos y rebeldes, cuando el dolor golpea y persiste, la realidad se presenta en toda plenitud. Eso fue lo que sucedió con Job. Se quitó los guantes, miró fijamente a Bildad, y le hablo claro. Este hombre necesitaba esa clase de respuesta.

Hay una breve oración que quisiera sugerirle que la haga cada mañana:

Señor, ayúdame hoy a no hacer más pesada la carga de alguien. Ayúdame a dar aliento a otros. Cuando pueda, hazme capaz de consolar. Y cuando no sepa cómo hacerlo, ayúdame a admitirlo. Cuando sienta dolor y compasión por alguien, ayúdame a expresarlo. Ayúdame a hacer más liviana la carga de los que sufren, en vez de hacerla más pesada.

Si otros están pasando por una situación angustiosa, ellos necesitan nuestra ayuda y nuestra fortaleza. Bildad nunca aprendió ese principio; nunca hizo la oración anterior, qué lástima.

Se produce entonces un curioso cambio de papeles. En vez de qué Bildad enseñe a Job, se convierte en el maestro. Es como si yo hubiera dicho: «Ya que no tienes ninguna respuesta, déjame hablarte del Dios infinito e incomprensible que no nos ha revelado el cómo y el porqué de sus actividades».

Desde el versículo 5 al 13 del capítulo 26, Job le da una lección a Bildad. Le comunica lo que pudiéramos llamar una explicación fascinante y cosmológica. Curiosamente, Job comienza con los espíritus de los que han muerto, para llegar después hasta la cumbre del universo. Job está diciendo de una manera sencilla y directa: «Dios tiene el control de lo más mínimo en cuanto a él. Dios lo conoce, lo entiende, está en medio de él, y se responsabiliza por todo lo que hay en él. Nada de esto es una sorpresa para el Dios vivo».

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.