Job 26: 1—14
Al leer este pasaje no podemos dejar de pensar: ¡Qué idea tan sobrecogedora! «Bildad, por más admirable que sean todas estas cosas, lo que he mencionado representa apenas los bordes de sus caminos». ¿No es «bordes» una magnífica palabra? Los bordes, las márgenes exteriores de sus caminos; solo los callado susurros de su poderosa voz, los murmullos de la omnipotencia. ¡Escúchame, Bildad! ¿Quién lo podrá comprender plenamente? Y pensar que el Dios creador atraviesa las millones de galaxias de «los cielos» para dar su atención a este diminuto planeta del tamaño de un frijol, llamado Tierra, para descender hasta personas como nosotros, sabiendo aún el número de los cabellos que hay en nuestras cabezas.
Se necesita tener una perspectiva así cuando las llagas de mi cuerpo estén supurando y la fiebre no baje. Job termina donde Bildad debió haber comenzado: «¿Quién lo podrá comprender?»
Es cierto. ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pero tenga cuidado aquí. Eso no significa que Él no está al corriente, que no tiene el control, que no tiene un plan. Sólo significa que Él no está obligado a darnos explicaciones, y ya que Dios no lo revela todo, no nos quedan sino tres palabras muy honestas, que son útiles cuando provienen de los labios de una persona que no es orgullosa. ¿Cuáles son esas tres palabras? No lo sé.
Pero Dios sí lo sabe, y Él hace bien todas las cosas. Él tiene el control. Yo soy el barro; Él es el alfarero. Yo soy el discípulo; Él es el Señor. Yo soy la oveja; Él es el Pastor. Yo soy el siervo; Él es el amo. Eso significa que debo someterme. Qué debo humillarme bajo su mano poderosa. Qué debo estar dispuesto a ajustar mi vida a lo que Él decida para mí, a escuchar, a aprender, adaptarme a su dirección cualquiera que ésta sea, aunque esté cómodo, feliz o con salud. A esto se le llama obediencia. Job, por ahora, está comenzando a verlo, y cuando llegue al final de su breve explicación, pregunta sabiamente: «¿Quién lo podrá comprender?
Disciplínese para pensar de manera teológica. Hágase el firme propósito de pensar de la manera que Dios lo hace, reconociendo su majestuosa magnificencia. Auto enséñese a sentirse como diciendo las palabras: «No lo sé». Job pensaba correctamente en cuanto a Dios, y por eso pudo soportar todo, aunque sin comprender el porqué. Quiera Dios que haya más como él. Y que usted sea uno de ellos.
Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.