Salmo 1:1-2

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de
malos . . . Sino que en la ley de Jehová está su delicia.
Salmo 1:1-2

Hace años leí acerca de la construcción de un palacio municipal y una estación de bomberos en una pequeña comunidad de Pensilvania. Los ciudadanos se sentían orgullosos de su nueva estructura de ladrillo rojo: un sueño largamente esperado que se hizo realidad. A pocas semanas de haberlo ocupado, sin embargo, cosas extrañas empezaron a suceder. Varias puertas no se podían cerrar por completo, y unas cuantas ventanas no podían abrirse con facilidad. Con el paso del tiempo, ominosas grietas empezaron a aparecer en las paredes. A los pocos meses, no podían cerrar la puerta del frente . . . y el techo empezó a gotear. Con el tiempo tuvieron que condenar el edificio que en un momento fue fuente de gran orgullo. Una intensa investigación reveló que las explosiones de minas profundas a varios kilómetros de distancia causaron ondas de choque subterráneas que subsiguientemente debilitaron la tierra debajo de los cimientos del edificio, lo que resultó en su virtual autodestrucción.

Así es con el compromiso en la vida. Lenta, casi imperceptiblemente, una racionalización conduce a otra, lo que desencadena una serie de alteraciones igualmente dañinas en una vida que alguna vez fue estable, fuerte y confiable.

Adaptado del libro, Sabiduría Para el Camino: Palabras Sabias para Personas Ocupadas (Grupo Nelson 2008). Copyright © 2008 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.