Job 2: 11—13

Los amigos se ocupan de nosotros sin que se lo pidamos. Nadie envío un mensaje a Elifaz, Bildad y Zofar diciendo: «¿Quisieran hacer el favor de venir a traer un poco de compasión y consuelo a Job? El hombre se está muriendo en este vía crucis de angustia y sufrimiento». Eso no era necesario, porque los verdaderos amigos se presentan cuando la persona que aman está sufriendo de verdad. Los amigos no necesitan una invitación oficial. Ellos vienen espontáneamente.

Los amigos responden con compasión y consuelo. La compasión incluye identificarse con la persona que sufre. Eso es lo que hacen los amigos. Entran a su vía crucis con el propósito de sentir su angustia y de ser tocados personalmente por el dolor. Consolar es tratar de aliviar el dolor, ayudando a hacer más ligera la aflicción. El amigo hace mandados para ellos. Cuida de los niños. Les trae comida. Hace lo que sea para ayudar, por qué quiere consolar a su amado amigo.

Los amigos expresan abiertamente la intensidad de sus sentimientos. Tienen maneras de hacerlo, ¿no? No es extraño ver a un amigo en la habitación de un hospital conteniendo las lágrimas. No es raro que un amigo exprese sus sentimientos más profundos. Los conocidos circunstanciales no hacen eso, por lo general; los amigos verdaderos dan a conocer sus sentimientos.

Los amigos no se sienten mal cuando ven algo desagradable. Por el contrario, vienen a nuestro lado y se acercan a nosotros lo más posible. Los amigos no se sienten ofendidos si la habitación huele mal. Los amigos no se apartan de nosotros porque la persona que han venido a visitar es solo un esqueleto, y su peso es la mitad de lo que era antes.

Los amigos ven más allá de todo eso. No nos abandonan porque el mundo se nos vino abajo y uno tiene los nervios destrozados. Por el contrario, eso los acerca más. Estos hombres literalmente rasgaron sus mantos, se echaron polvo en la cabeza, levantaron sus voces y se echaron a llorar cuando se sentaron en el suelo con Job. Demostraron la intensidad de su angustia permaneciendo siete días y siete noches sin decir una sola palabra.

Los amigos entienden, y por eso dicen muy poco. Las palabras no son siempre lo que necesita quien sufre. Lo que el amigo necesita es a usted, su amigo.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.