Salmos 84:1-2
Esto ha continuado por muchísimo tiempo. Hay que quitar el chiquero del panorama. Si esperamos que se incremente el flujo turístico y que las visitas regresen al lago del evangelicalismo, tenemos que hacer algo con los cisnes feos. Hace tiempo que se debieron hacer algunos cambios.
Alguien debió haber «hecho un ejemplo» del primer miembro mezquino de la junta directiva o haber atado a un árbol a todo el comité tan crítico y mezquino hace mucho tiempo atrás. Sean quienes hayan sido, no nos hicieron favor alguno. Ellos—y la larga fila de los que han seguido tras ellos—son los que de manera equivocada confunden la excelencia con la extravagancia. De alguna manera, a través de críticas que suenan piadosas, logran convencer al pueblo de Dios que la obra de Dios no debiera ser tan atractiva . . . que esa cualidad es carnal . . . que el buen gusto es un desperdicio . . . que algo bien hecho es algo que fue demasiado lejos . . . que la elegancia requiere una disculpa, y que un toque de distinción solo pertenece a lo secular. «Si es espiritual», dicen ellos, «no debe ser atractivo ni muy costoso».
Consiguieron lo que querían. Solo mire a su alrededor. Por años hemos vivido con esta reputación. Hay algunas maravillosas excepciones sobre este gran lago, pero ni cerca de la cantidad que se necesita. En general, si la teología es conservadora lo mismo ocurre con la arquitectura. Y sus muebles. Y sus designados. Y sus equipos. Y sus salarios. Y sus honorarios. Hasta su estilo tiene sabor a sobras, a ocurrencias de último minuto, a artículos pasados de mano en mano y cosas de segunda.
¿Le parece cuestionable? Consulte con un misionero que recientemente haya abierto un bolso de ropa recibido de los Estados Unidos. A propósito, es una de las razones por la que los misioneros necesitan tener un buen sentido del humor. Les ayuda a evitar llorar cuando extienden las ropas que una iglesia evangélica de línea tradicional les envía. Yo lo sé; he estado allí cuando lucen esas ropas para su fiesta anual de disfraces. Es muy divertido.
No, en verdad es algo trágico. Era tarde en la noche cuando, a miles de kilómetros de Norte América, después de que terminaron la alegría y los juegos (cuando los niños ya estaban en cama y nuestra privacidad estaba asegurada), un puñado de santos de los más selectos de Dios ubicados en tierras extranjeras me contaron sus secretos. Una pareja dijo que recientemente había recibido una caja con ropa que llevaba unos veinte años fuera de moda, que estaba sucia, le faltaba botones y tenía algunos cierres rotos. Pero la historia máxima la contó una familia que dijo que su iglesia madre una vez les envió una caja que incluía un envase con bolsas de té usadas. No, no lo hicieron de broma.
El ser responsable con las finanzas es una cosa. Pero el ser ridículamente frugal es algo muy diferente. ¿Por qué hemos abrazado la idea de que la elegancia y el tener clase no tienen lugar en el espectro espiritual? ¿Desde cuándo es más espiritual tocar un piano viejo y golpeado que un piano de cola pequeño? ¿Qué es lo que nos hace sentir mayor incomodidad trabajando y adorando en ambientes hermosos que en los que son ordinarios? ¿Quién dijo que no pueden coexistir la humildad y la hermosura?
Le soy honesto; he buscado en las Escrituras para encontrar frases que apoyen tal énfasis extremo en recortar los gastos económicos en cada oportunidad. La única parte en que encuentro apoyo para eso (no les va a gustar esto) es en el ámbito personal, no en el ámbito de la obra de Dios. La Palabra de Dios nos anima a ser personas prudentes pero generosos (¿me atrevo a decir, extravagantes?) con Él. Vez tras vez, en las páginas del Libro de Dios, se exhorta a los santos a que sean magnánimos, expresando liberalidad, mostrando desprendimiento . . . al extremo de que algunas personas hoy se encontrarían casi demasiado incómodas al hallarse rodeadas de tal hermosura opulenta.
Piénselo. ¿Se identifica con estas palabras? ¿Cómo puede usted convertirse en un colaborador de Dios para seguir tras la excelencia y comprometerse con la hermosura?
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.