Proverbios 25:21

Neil Anderson, en su artículo: «El perdón es una condición para obtener nuestra propia libertad» escribió lo siguiente:

Perdonar no es olvidar. La gente que trata de olvidar se da cuenta de que no se puede. Dios dijo que Él no se acordaría más de los pecados (Hebreos 10:17), pero piénselo: Dios es omnisciente, Él no puede olvidar. Esa frase significa que Dios nunca va a usar el pasado en contra de nosotros (Salmos 103:12).

Olvidar puede ser el resultado del perdón, pero nunca es el medio para perdonar. Cuando traemos el pasado a colación, no hemos perdonado aún.

El perdón es una elección, una crisis de la voluntad, por decirlo así. Si Dios nos pide que perdonemos, es porque se trata de algo que podemos hacer. (Él nunca nos pediría que hiciéramos algo que no podamos hacer). El perdón significa aprender a vivir con las consecuencias del pecado de la otra persona. El perdón es algo costoso; pagamos el precio de la maldad que perdonamos. Sin embargo, va a tener que convivir con las consecuencias, lo quiera o no; sus únicas opciones entonces son: vivir con amargura y sin perdonar o vivir con la libertad del perdón. 1

Cuando ha perdonado, cuando sinceramente ha decidido ceder su derecho de hacer justicia por su propia mano y ha resuelto no guardar la ofensa en contra de su enemigo, ha abierto la forma de extender gracia hacia la persona que le hizo daño. Ciertamente el perdón remueve el veneno del resentimiento de su cuerpo, pero la gracia neutraliza completamente la toxina de tal forma que nadie pueda hacerle daño nuevamente. Así que hay algo más aparte de los dos pasos que analizamos los días anteriores.

Mostrar bondad al enemigo. La gracia es sencillamente esa bondad que extendemos a otra persona sin importarnos si tiene mérito de recibirla o no. La gracia significa mostrar bondad sin ponernos a considerar si la persona lo merece o no. Salomón y los sabios nos dijeron:

Si tu enemigo tiene hambre dale de comer pan; y si tiene sed dale de beber agua… (Proverbios 25:21).

En el Antiguo Oriente, era costumbre ser igualmente hospitalario con los viajeros, con los amigos o con los extranjeros. Dios, sin embargo llamó a su pueblo para que se portara de la misma forma con sus enemigos, con aquellos que les habían hecho daño sin arrepentirse y que tal vez buscarían la oportunidad de dañarlos de nuevo. Dios no nos está pidiendo que seamos tontos; uno necesita protegerse de un daño. No obstante, debemos ser amables.

Debemos dar gracia. Tal como lo dijo Jesús: «Pero a ustedes, los que oyen, les digo: amen a sus enemigos y hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen y oren por los que los maltratan» (Lucas 6:27, 28).

El siguiente proverbio sugiere un resultado potencial al darle a ese enemigo una muestra de bondad inmerecida, y lo da a entender con una curiosa figura de expresión:

. . . pues así carbones encendidos tú amontonas sobre su cabeza, y el SEÑOR te recompensará (Proverbios 25:22)

Nadie sabe con seguridad cuál es el origen de esta metáfora antigua. Algunos sugieren que tiene que ver con la práctica antigua egipcia de llevar un sartén con carbones encendidos sobre la cabeza como señal de contrición. Creo que la frase simplemente es un dicho que describe humildad, algo similar a una persona que se nos acerca con su sombrero en la mano. En los tiempos antiguos, permitir que el fuego se apague en una casa se consideraba el epitome de la irresponsabilidad. Tener que pedir fuego a un vecino y volver de su casa con una sartén de carbones era vergonzoso, y esto, probablemente, se convirtió en una metáfora sobre la humildad.

Por experiencia propia, he visto cómo la gracia de Dios derrite los corazones más endurecidos y hace que enemigos se conviertan en amigos. No siempre funciona, pero no hay nada que pueda rivalizar con una bondad inmerecida en lo que respecta a desarmar a nuestros enemigos. La esperanza es que la buena conducta y nuestra humildad hagan que nuestro enemigo se arrepienta de lo que nos ha hecho.

Reflexión: En cada persona de la lista, piense en alguna forma en la que pueda mostrar bondad. En todo caso, sea sabio. Evite causar vergüenza o una situación embarazosa a ese enemigo que ya ha perdonado. De hecho, puede empezar con actos bondadosos hechos de manera anónima.

La gracia es sencillamente esa bondad que extendemos a otra persona sin importarnos si tiene mérito de recibirla o no.

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos. 1. Neil T. Anderson, The Bondage Breaker (Rompiendo cadenas), Eugene, (OR: Harvest House Publishers, 1990), 194—197.