Nuestro gran desafío

Proverbios 24, 25

Devolver bien por mal no es un concepto complicado; es algo muy sencillo. No obstante, es algo raro. Es una de las tareas más difíciles que tenemos que realizar en la vida. Seamos honestos.

Perdonar la ofensa es más fácil cuando el culpable se siente contrito y se ha disculpado sinceramente. Pero cuando la persona que nos sorprende se deleita en nuestro sufrimiento o se beneficia personalmente de nuestra caída, tratarla bondadosamente parece ir en contra de todo lo que conocemos como justicia y juego limpio.

La bondad es una reacción que va más allá de nuestra capacidad natural. Necesitaremos de una fortaleza sobrenatural y eso es precisamente lo que Dios nos ha prometido.

Pensemos en una expresión del apóstol Pablo: «asidos de la gracia». La declaración de Pablo: «No seas vencido por el mal sino vence el mal con el bien» (Romanos 12:21) puede considerarse el lema de la redención de Dios para la creación. Dios tiene un propósito importante y ese propósito es rescatar al mundo de las garras del maligno, transformarlo de manera sobrenatural y luego ponerlo bajo el control de su justicia. En otras palabras, Dios vencerá la maldad del mundo con su bondad. Cuando seguimos el mandato de Cristo de «bendecir y no maldecir» (Romanos 12:14; Mateo 5:34) y devolvemos bien por mal, nos estamos volviendo «imitadores de Dios» (Efesios 5:1) y somos participantes activos de su obra.

Sin embargo, si rehusamos unirnos a Dios en su obra, si rechazamos su llamado a mostrar gracia a nuestros enemigos como Él hace, el afán diario de la venganza continuará drenando nuestra paz, drenando nuestro gozo y minimizando nuestro amor.

Reflexión: ¿Quién es para usted el mayor desafío en lo que respecta a perdonar? ¿Qué cree que ocurrirá si no perdona? ¿Qué tan realista es esta perspectiva? ¿Qué puede ganar si perdona a sus enemigos?