Hechos 12: 25—13: 3
Tengo que hacer un par de observaciones en cuanto a la naturaleza del ministerio. Muchas veces nos resulta difícil comprender la manera como Dios decide dirigirlo. Es más fácil encontrar dirección en el mundo empresarial en dónde está claramente definido el resultado esperado, los accionistas a quienes habrá que rendir cuentas y los mercados específicos que sirven de guía a las decisiones de la empresa.
Los asuntos del ministerio rara vez son tan obvios y concretos. Le servimos a una cabeza que no podemos ver y escuchamos una voz que no podemos oír literalmente. Muchas veces sentimos como si se nos estuviera pidiendo seguir un plan que no entendemos. Y tengo que repetir aquí que, durante el proceso de descubrir la dirección de Dios, estamos sujetos a cambios enormes. Son cambios que tenemos que aceptar en el poder del Espíritu sí vamos a obedecer la dirección del Señor. Aunque somos responsables ante las iglesias que servimos, en última instancia cada uno de los siervos de Dios le rinde cuentas a Él. Sin esa clase de decidida devoción al Señor corremos el riesgo de convertirnos en personas complacientes con los demás. Los líderes cristianos que se convierten en instrumentos al dedicarse solo con proceder a los demás, son unos peleles dignos de lástima.
Sinceramente, cuando era más joven hubo ocasiones en las que falle en ese sentido, y siento pesar cuando recuerdo las ocasiones en que lo hice. De un ministerio dedicado a complacer a la gente nunca sale nada bueno.
En vez de ser guerreros al servicio del Rey, es fácil que nos convirtamos en peleles inseguros, con la confianza puesta en las opiniones humanas y anhelando la aprobación de los hombres. Pero, con la ayuda de la gracia divina, no volveré a caer en eso. Mi responsabilidad es comunicar lo que las personas necesitan, no lo que ellas quieren. Al hacerlo, esa verdad me impacta a mí con la misma autoridad que impacta a las personas con quienes me comunico. Que el Señor libre a todo Pastor honesto, a todo líder de la Iglesia que esté buscando la verdad y a todo Cristiano de la esclavitud que significa el solo complacer a las personas.
Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.