Salmos 32

Una vez le pregunté a mi hermana, Luci, que me dijera cuál era la emoción que ella consideraba que era la más poderosa y la más especial de todas. Su respuesta me sorprendió. Ella dijo que era el alivio. Después de meditarlo por un momento, concordé con ella. El alivio es con seguridad el sentimiento favorito de todas las personas.

La canción de David acerca del perdón comienza con una celebración de alivio. Un alivio que él encontró en el perdón de Dios después de haber transgredido.

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y ha sido cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no atribuye iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño (vv. 1-2).

En estos dos versículos, David expresa una gratitud exuberante, ilimitada y especial por la misericordia de Dios. Las dos oraciones comienzan igual que el Salmo 1 cuando los leemos en su hebreo original: «¡O cuánta felicidad!» La idea da el concepto de innumerables bendiciones. David está gozándose porque Dios le ha removido los pecados que lo habían estado llenando de culpabilidad y vergüenza.

Si lo analiza cuidadosamente, descubrirá que existen cuatro términos específicos sobre las malas acciones en los primeros dos versículos. Esos términos describen el camino errado que lleva una persona a la misma condición en la cual David se encontraba antes de confesar su pecado.

  1. Transgresión. La palabra viene del término hebreo, «peshah» y significa rebelarse o amotinarse. Describe un acto voluntario de desobediencia.
  2. Pecado. Es el término más común hebreo que indica una mala acción. La palabra es, «khatah» y significa fallar el blanco, perder el camino o equivocarse. Tiene que ver con desviarse del sendero que complace a Dios, ya sea por error o deliberadamente.
  3. Iniquidad. Este término que proviene del hebreo, «awon», ve el pecado como una infracción, un comportamiento torcido a una perversión sugiriendo entonces que el pecado viene de una naturaleza corrupta.
  4. Engaño. El término hebreo, «remiah», significa traición, mentira y en este caso, autoengaño.

Pareciera que el compositor analizó sus malos actos, utilizando términos cada vez más fuertes para el pecado. Una ruta en picada que tristemente la mayoría de nosotros conoce muy bien. Primero, nos amotinados en contra de la voluntad revelada de Dios. Luego, dejamos el camino que el trazó para nosotros, la senda de justicia. Luego la culpabilidad nos cautiva y pasamos por un severo tormento interno y sentimientos incómodos. Si no hay alivio, el afán diario de una conciencia acusadora puede hacer que la persona se vuelva loca. Si no encuentra alivio en el perdón, la única alternativa es auto engañarse por medio de la negación, racionalizar el pecado, echarle la culpa a otras personas, dar excusas, o redefinir la maldad de tal forma que parezca algo bueno.

Cuando el autoengaño se acomoda en la vida de una persona tal como le pasó a David cuando rehusó enfrentar su maldad, el carácter del pecador se corrompe. Y ya que eso sucede lentamente, muchos tratan de tolerar las consecuencias del pecado, me refiero a ese conflicto interno (veremos el afán del conflicto interno en el siguiente capítulo). Si usted ha caído en el tormento de la culpabilidad a causa del pecado y se da cuenta que el autoengaño está comenzando a controlarle, le pido que se detenga. Detenga esa caída y confiese abiertamente su mal ante el Señor. Haga cualquier cosa que sea necesaria, sin importar lo drástica que sea, para prevenir un fracaso nuevamente.

Lea los siguientes dos pasajes de la Escritura con mucho cuidado:

«El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia» (Proverbios 28:13).

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).

Afirmando el alma: Dedique unos momentos a examinar su actitud hacia el pecado. ¿Acepta usted ahora un comportamiento específico que solía atormentar su conciencia antes? ¿Ha aprendido a vivir con un hábito pecaminoso sin confesarlo? ¿Tiene una vida secreta. . .  una rutina encubierta que nadie más conoce? ¡Tenga cuidado! ¡Usted está en peligro! Encuentre un amigo confiable y comience la restauración admitiendo que está en tremendo embrollo.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.