Mateo 28:16-20
Si usted fuera a divertirse un poco haciendo un estudio para descubrir la inmensa cantidad de actividades que ocurren a diario en Norteamérica, se sorprendería. Considere, por ejemplo, el número de tazas de café que son consumidas, el número de bebés que nacen, el número de personas que toman un taxi, adquieren una mascota, se divorcian, van al hospital, miran la televisión en el horario principal, vuelan en un avión y van a la escuela.
¿Y qué? Esos son solo detalles, ¿cierto? Cuando a todas esas cosas usted las multiplica por 365, le da la impresión de que eso involucra una gran cantidad de energía, dinero, actividad y trauma en el curso de un año. Y eso es solo en Norteamérica —que representa solo una porción de la población mundial. No seremos tan grandes, pero sí que estamos ocupados. De hecho, estamos tan ocupados que es fácil dejarnos llevar de manera egoísta por los remolinos de viento dentro de nuestro pequeño patio de juegos que está ubicado entre los océanos Atlántico y Pacífico. . . bendecidos más allá de lo medible y con riquezas incomparables.
Cada vez en cuando es beneficioso parar el carrusel anual, bajarnos, mirar con objetividad y pensar claramente. Para el cristiano no solo es beneficioso, es esencial. En este circense estilo de vida norteamericano nuestro, tendemos a estar ensordecidos por la bulla de nuestra propia banda y cegados por las luces de nuestros propios focos que alumbran —constantemente alumbran— la pista de nuestra elección.
Eso tiene que cambiar. Necesitamos escuchar la voz del Maestro de ceremonias mientras Él levanta la mano para hacer parar la banda:
«Interrumpimos este programa para hacerles acuerdo de que este mundo en el que ustedes viven no es todo el mundo. . ., sino solo una pequeña parte del mundo por el cual morí».
La Gran comisión sigue siendo «la Gran comisión», no «el Acuerdo limitado para mi rincón de América». Él todavía mira por todo el amplio mundo y llora por hombres y mujeres y niños que no conocen —que nunca han escuchado— de Su Nombre que sana y que da vida.
¿Puede usted sentir Su dolor? ¿Qué podría hacer usted esta semana para alcanzar más allá, ver más lejos y sentir más profundamente? ¿Qué cosa podría ayudarlo a desarrollar mayor conocimiento, perspectiva y compasión para este vasto mundo nuestro?
¿Llevar a un misionero a tomar un café?
¿Leer —realmente absorber— una revista sobre las misiones?
¿Escribir una carta a un veterano de las misiones, que se encuentra gastado y cansado en las trincheras de un país distante?
¿Generar una amistad con un alumno internacional que se siente solo?
¿Escribir un cheque para que una hambrienta familia del tercer mundo pueda tener un día más de esperanza?
¿Orar para que el Señor le dé una oportunidad para servirle en una experiencia intercultural —hasta por un año?
¿Suena arriesgado? Quizás. Pero tengo la impresión de que un día, cuando se sumen los resultados mientras estemos parados delante del Señor, muchos de nosotros desearemos haber actuado con más riesgo. . . y haber dedicado menos tiempo a perseguir solo los detalles.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.