Proverbios 5, 14, 23-24, 27

Seamos honestos. A veces el pecado parece ofrecernos más que lo que la justicia puede darnos. Si observamos el mundo actual, el impío parece tener todas las ventajas, ¿lo ha notado?

Ellos van por la vida con relativa facilidad, evitan los problemas por medio de mentiras y trampas, pueden tener el automóvil que desean, vivir donde quieran y dañar a cualquiera con tal de obtener lo que quieren. Y parece que, por lo general, se salen con la suya, sin tener que enfrentar ninguna clase de responsabilidad. Es como si supieran que, cuando tienen que enfrentar algo difícil, simplemente lo pasan por alto. Si alguien se entromete en su camino, lo pasan por encima. Cuando comparamos ese estilo de vida egocéntrico con la disciplina de la devoción a Dios y los límites de sus parámetros justos, no se necesita ser muy inteligente para comprender cómo la envidia puede tentarnos.

Ahora bien, nosotros no solo envidiamos al impío. También podemos tener esa clase de envidia respecto de nuestros propios hermanos. La envidia puede darse de un momento a otro y puede ocurrir en una gran cantidad de situaciones:

  • Cuando escuchamos a un orador más elocuente.
  • Cuando observamos a un líder más capaz.
  • Cuando visitamos una iglesia más grande.
  • Cuando leemos un mejor libro.
  • Cuando conocemos a una mujer más hermosa o a un hombre más exitoso.
  • Cuando escuchamos a un evangelista más efectivo.
  • Cuando deseamos manejar un automóvil más lujoso.
  • Cuando escuchamos a un cantante más popular.

La lista de la envidia no tiene fin. Ni siquiera los predicadores son inmunes a ella.

Quizás este sea su afán diario y puede intensificarse cuando ve que su edad es mayor que sus logros. Hubo un tiempo cuando podría deshacerse de ese sentimiento y no darle demasiada importancia. Pero al ir envejeciendo y al ver cómo los problemas acaban con su paciencia, quizá su fe esté alcanzando una crisis significativa. Mañana, descubriremos el remedio para la enfermedad de la envidia. Por ahora, piense en los efectos de la envidia en su vida espiritual.

Reflexión: ¿Cuáles circunstancias, con frecuencia, hacen que dude de su fe o pongan en duda su manera piadosa de vivir? ¿Cómo reacciona ante estas crisis? ¿Qué le puede ayudar a volver al curso correcto?

Seamos honestos. A veces el pecado parece ofrecernos más que lo que la justicia puede darnos.

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.