Salmos 149

Hay momentos cuando la frase «¡Gloria a Dios!», que también se traduce como «¡Aleluya!», es la frase más difícil de expresar. Es una frase que no fluye fácilmente de nuestros labios. De hecho, hay momentos cuando escucharla de los labios de otras personas nos causa molestia. No obstante, es interesante que cada uno de los últimos cinco salmos del cancionero hebreo antiguo comienza con esa exclamación de alabanza. Pienso que si nos enfocamos en uno de esos cinco salmos, descubriremos algunas cosas que nos ayudarán a vivir más allá del afán de una época insípida.

Recuerdo la época cuando regresaba a los Estados Unidos después de una larga estadía en Okinawa y otras regiones del Oriente como soldado del ejército. Recuerdo que al ir pasando, junto con la tropa, debajo del bello puente Golden Gate, comencé a llorar. Toda la soledad, la tristeza y la aflicción de los meses pasados lejos de mi tierra, mi esposa y la familia desapareció cuando entramos a la bahía de San Francisco. Lo mismo sucede con nuestro estudio de las canciones de la Escritura. La belleza y el candor de la escena final hace que olvidemos los muchos días que los compositores pasaron en sufrimiento y angustia.

«Aleluya» es un término hebreo.  Es una palabra compuesta de dos términos. «Halal» que significa gloriarse y «yah» que es una abreviación del nombre personal de Dios, JHVH. Cuando se unen, el significado exacto de la palabra aleluya es el precepto: «¡Gloriése en Dios!»

La palabra gloriarse tiene que ver con hablar o afirmar algo con un orgullo excesivo. Normalmente, lo hacemos para mostrar nuestro propio orgullo. Sin embargo, en el caso de la palabra aleluya, esta palabra denota una muestra de orgullo o una afirmación de gloria y honor para el Señor. Así que cuando decimos, «¡aleluya!» Estamos afirmando que queremos darle la gloria y la alabanza a Dios y a nadie más.

Eso explica por que algunas versiones de la Biblia prefieren traducir la palabra «¡aleluya!» como «¡gloria a Dios!» ya que eso es lo que significa. Cuando el salmista dice aleluya su ego se hace a un lado y la única intención de estos últimos cinco salmos es magnificar a Dios. Cada vez que digamos «¡aleluya!», sepamos lo que estamos diciendo. En momentos insípidos, generalmente nos ocupamos en nosotros mismos. Es casi imposible enfocarnos totalmente en Dios.

Cuando veo el Salmo 149, descubro tres puntos importantes de interés:

  1. Fue escrito para los creyentes. Fue escrito para aquellas personas que buscan genuinamente una relación personal con Dios y no una simple adherencia nominal a una religión. Los versículos 1, 5 y 9 utilizan la palabra «fieles» para designarlos.
  2. Fue escrito para los creyentes judíos. Esto se hace evidente al examinar términos tales como «Israel» y los «hijos de Sion» en el versículo 2; «su pueblo» en el versículo 4 y «las naciones» (refiriéndose a los gentiles) en el versículo 7.
  3. Está dividido en tres acciones. Cada sección tiene que ver con épocas específicas donde debemos alabar a Dios: (a) épocas de bendición, versículos 1 al 3; (b) épocas de sufrimiento, versículos 4 al 6; (c) épocas de guerra, versículos 7 al 9.

Afirmando el alma: ¿Cuáles son las épocas más «insípidas» en su vida? En otras palabras, ¿cuándo es que siente el menor deseo de alabar a Dios? Sea específico. Intente descubrir un patrón. Convérselo con la familia, con sus amigos cercanos o con un líder espiritual.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.