Santiago 1:2-4
«Espero en silencio delante de Dios» (Salmo 62:1). Algunos de los mejores momentos durante la oración son aquellos momentos sin palabras. Cuando dejo de hablar, cierro los ojos y medito en lo que he estado leyendo o en lo que he estado diciendo, y puedo escuchar lo que hay dentro de mí. Escucho profundamente. Escucho reprimendas. Pienso en mi como una casa con muchas puertas. Mientras estoy meditando, y con frecuencia me ayuda cerrar los ojos para no distraerme, abro las puertas y las abro mientras espero. Es aquí donde el Espíritu Santo me invade. Entonces, llevo estas situaciones ante Él y escucho con las puertas abiertas.
Le puedo asegurar que nunca he escuchado una voz audible. No es este tipo de respuesta a la cual me refiero. Es una voz interior. Es sentir lo que Dios está diciendo sobre esa situación. Su promesa después de todo es que Él grabará Su ley y Su voluntad, en nuestros corazones y nuestras mentes.
Es como lo que hace cuando está enamorado de una persona. ¿No es cierto? Cuanto más profundo es el amor, menos tiene que decir. Pueden sentarse a solas junto a una chimenea durante una hora o dos y decir muy poco, pero puede ser el encuentro y la relación más profunda que haya tenido.
Según Isaías, los que esperan al Señor ganarán nuevas fuerzas, pero recuerden: la clave está en esperar.
Hay una sensación de estabilidad cuando confiamos en el Señor. Así es como esperamos en silencio y con la confianza puesta en Él. Cuando esperamos que Dios dirija nuestros pasos, ¡Él lo hace! Cuando confiamos en Él para satisfacer nuestras necesidades, ¡Él lo hará!
Dios nos calma y nos prepara, para que seamos apacibles y maduros mientras esperamos en Él.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.